Por la ventana entra frío
el cálido sol de noviembre.
En la noche, arde un nido.
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Llora un niño, ladra un perro.
Todos los pájaros
se han callado.
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Fundida la bombilla
de la lámpara roja del armario.
Me mira, sobre la almohada, un lagarto.
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El sol caliente atraviesa las cortinas.
Brilla la lluvia
en tu espalda desnuda.
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Abrazo tu cuerpo
contra mi cuerpo.
La lluvia golpea el tejado.
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Nadie limpió las ventanas este verano.
La niña oculta el nombre
que escribe sobre la mesa.
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Silba la tetera su vapor
sobre el hervidor abandonado.
Subió la electricidad esta primavera.
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No se abrió la puerta.
Nadie recuerda el sótano.
El abuelo muere cada verano.
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Llora en su cuarto la hermana.
Al canto del gorrión,
el padre dispara.
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En la ciudad los niños
saltan sobre las hogueras.
El abuelo ciego pisa al canario.
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No se mueve el pájaro
cuando le ladra el perro.
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Se pierde un cartero
en el puente entre dos cerros.
Ayer regresó
mi padre muerto.
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Un perro ladra al pájaro.
El pájaro mira a la niña
muerta, sobre la cuna.
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Cayó sangre en la flor
que bebe la mariposa.
La araña vuela con el viento.
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El perro ladra a la puerta cerrada.
Calla el gato.
Incluso la sangre abandona al muerto.
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Aúlla un lobo junto al río.
Cada verano, un mismo coche
atraviesa el páramo.
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Ronronea la nieve bajo el Sol.
Mientras callaba la noche
se derrumbó el campanario.
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El gato dormita
bajo el vuelo de la luciérnaga.
La madre llora sobre la sopa hervida.
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Sobre la alfombra persa
el suicida se desangra
15 minutos de fama
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Se agotaron los unicornios
en la ferretería
de la calle en que nací.
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Luz sola en el cuarto.
Invisible el árbol.
Invisible el viento.
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El viento golpea el cristal.
Nada atraviesa al grito.
Los dedos, mojados, tiemblan.
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Cerro arriba, barro alto,
el asfalto cuarteado,
la risa, el cabello blanco.
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El vientre desnudo respira.
En la última noche
solo vive el viento.
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El grillo canta
sobre la vía del tren.
En cada túnel espera una araña.
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Hay una araña en cada túnel
y un tren hundido en cada lago
del país con que soñaban mis hijos.
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Nada por aquí, nada por allá.
Amaneció muerto, esta mañana,
el mago.
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Tres versos tiene un haiku.
Tres sílabas tu espalda.
Tres dedos mi mano.
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En el último piso la niña canta:
Comerás los frutos solo
si antes matas a los pájaros.
2 comentarios:
Es como un viaje muy rápido en el tiempo.
No sé si en el tiempo, pero desde luego es curioso cómo la quietud de un haiku solo se convierte en velocidad cuando pones varios juntos, así que comprendo tu impresión!
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