jueves, 14 de julio de 2022

Murió en silencio, sin saberlo de hecho.

No hubo gritos, ni llantos ni lamentos
que surgieran de muebles siempre inertes.

Ni la luz ni el espacio le miraron
cuando el tiempo abandonó su sangre 
y adelantó del ataúd la dureza, 
naciendo al color de viejas imágenes.

Amante del saber, no supo nunca,
ni escrutar pudo caminos futuros
en oscuro telón de párpados ausentes.

No llegó ni a alegrarse de su marcha,
ni a entonar elegías habituales.

Ningún recuerdo vino a despedirse,
ninguna voz perturbó oídos sordos
en la mañana de calor vaciada.

Murió en silencio, sin saberlo nunca
ni sospecharlo apenas.

Nadie pudo avisarle
y poco importa, por demás, ahora