lunes, 20 de diciembre de 2010

Crónicas del límite (2)


Querido Alfredo:

En el encuentro del viernes, Pedro Costa contaba que el rodaje de Juventude em marcha estuvo marcado por muertes: la gente tenía accidentes, se suicidaba. Cada mes o dos meses, alguien conocido caía. Pienso en ello cuando el sábado, escribiéndote la anterior carta, Mario me comunica la muerte de Don Van Vliet, el gran Captain Beefheart. Y pienso en que la fiesta de inicio del ciclo fue el mismo día de la muerte de Berlanga, y que la clausura yo se la quería dedicar a Blake Edwards, tal vez con una mención a mi sabes que adorado Leslie Nielsen, y que en el camino han caído Mario Monicelli, Enrique Morente, y creo que alguno más que ahora se me olvida. Han caído tantos en este mes que da mal fario, joder, y el ciclo ha estado para mí algo marcado por todas estas muertes, de gente no conocida pero sí admirada. Por no hablar de que la muerte ha sido un tema muy presente en mi mente durante este tiempo: si al pensar en el suicidio siempre he sido de los que deseaba irse cortándose las venas (yo creo que porque vi Calígula muy de pequeño y me debió de parecer envidiable el suicidio de Peter O´Toole), en el último mes y medio mi tendencia ha pasado preocupantemente a considerar el lanzamiento por la ventana. Preocupante, digo, porque si bien el corte de venas precisa cierto rito y tiempo, la ventana se basta con un arranque de un segundo. Un mal aire, y antes de darte cuenta ya estás abajo. Me salva el ser tipo lento, de pocos prontos. Si no, ya estaba abajo, y quién iba a hacer entonces esas pelis porno de 9 horas, ¿eh?, ¿quién?

Pero no te voy a aburrir con esto. Debiera ser algo rápido en esta ocasión, para intentar ventilar todo esto en dos o tres cartas más, pero lo veo complicado, realmente hay mucho.

El lunes proyectamos Juventude em marcha, la peli que Salomé y yo preferimos de Pedro Costa, en Sabatini. ¿Dónde yace vuestra sonrisa escondida? tal vez hubiera sido más apropiada, pero esta se ha visto menos en Madrid, y de todos modos es la más adecuada para plantear un diálogo con Rancière. Ese día yo había estado de pesquisas, buscando la casa donde se rodó Contactos, y lo logré, encontré el edificio y el piso, pero el apartamento no estaba claro. El portero, gracias a dios, era muy majo, así que le dejé mi dvd de la película y me dijo que me pasase al día siguiente por la mañana, que ya tendría el piso identificado. Y así fue: me planté allí el martes a las 12:30 y lo tenía clarísimo: el piso al lado de la portería, simétrico en su forma a esta. Me dijo que allí vivían unos italianos desde hacía poco. Llamé a la puerta y abrió una bonita, abrigada y jovencísima chica con cara de susto. Le contamos el tema, pero ella se iba ya y sus padres venían a mediodía. Le pedí que les hablara de ello, y quedamos en pasarme de nuevo a las cinco de la tarde.

A esa hora llamé, y tardaron en abrir, aunque escuchaba ruidos al otro lado de la puerta. Comencé a temer que no lo harían, pero al final lo hizo la misma chica de la mañana, que me miró como si se hubiese olvidado de mí. Muy cortado, entré. El pasillo, en efecto, era el de Contactos. De él, en concreto de la habitación que ocupaba Guadalupe en la película, salió la que supuse hermana de la chica, mayor que ella pero muy joven también, y bellísima. Venía de dormir la siesta y, si la otra iba igual de abrigada que por la mañana, aunque estuviese dentro de la casa, esta llevaba una camiseta y unos pantalones cortos. Lo gracioso es que no parecían italianas para nada. Y no había padres por ningún lado. Vi el salón, lo reconocí, Contactos sin duda. Les enseñé la peli, y les hizo mucha gracia ver la casa entonces, hace nada menos que 40 años. Yo lo pasé fatal porque no encontraba los planos que quería mostrarles y en su lugar aparecía el de las camareras desnudándose. Tú sabes que a pesar de ser completamente inofensivo tengo complejo de psicópata sexual, así que, si alguien me dibujase en aquel momento, sin duda tendría que ser Daniel Clowes. Pero en fin, eran muy majas: me dejaron grabar, abrieron las ventanas, las puertas de los patios, todo. Las distancias eran distintas de lo que había imaginado y no conseguí reproducir del todo bien las tomas originales. De todos modos no recordaba bien las duraciones, y además no era eso lo que quería hacer, solo pretendía tomar contacto, llevarme algo a casa para pensar en qué hacer con este corto que se me resiste. Tomé los planos y les comenté que tal vez querría volver para hacerlo bien. No pusieron problema, y me dieron un teléfono. Me fui de allí temblando. (Por cierto que Rancière se fue de Madrid con mi copia de Contactos; Manuel le dio una de su película en la cena, y luego yo me di cuenta de que tenía la peli de Paulino encima, así que se la di).

Ese día teníamos a Eva Koch. Ella se dio cuenta de que la pantalla de Sabatini tenía un agujero, y yo lo grabé mientras se proyectaba uno de sus vídeos en bucle. Quiso ver lo que grabé y le gustó. El encuentro fue bien, la asistencia fue buena, pero lo mejor fue sin duda la cena: en ella había una mujer, creo que de algo más de 60 años, maja hasta decir basta y extraordinaria narradora. Nos contó por ejemplo que Basilio Martín Patino en los 80 era enemigo acérrimo del vídeo(arte), lo que trajo problemas en la organización de varios festivales de vídeo que tuvieron lugar en el Círculo de Bellas Artes allá por los 80, donde él y esta mujer formaban parte de la organización en lo que a audiovisuales respecta, y en uno de los cuales Patino calificó al vídeo como “fuegos artificiales”. Pero, como todos sabemos, Patino acabaría realizando películas enteras en vídeo, como su serie sobre Andalucía o La seducción del caos, que no sé si conoces. El paso a este medio que protagonizó posteriormente lo explicó esta mujer así de sencillo: “su hijo empezó a hacer vídeo”. También nos contó que en el 84 había traído a Madrid a Bill Viola, y que este no quiso cobrar; en vez de eso, pidió ir al Prado y que le dejasen contemplar la parte de atrás de El jardín de las delicias.

Pero lo mejor fue su historia del Reina Sofía. Por lo visto, esta mujer comisarió una exposición de arte y nuevas tecnologías en la inauguración del museo. Nos habló de una tal Sonia Sheridan, amiga suya a la que trajo. La historia es la siguiente: el día de la inauguración, con la mismísima señora reina visitando la expo, y ya al lado de ellas, los ordenadores, muy a su estilo, se cuelgan. El equipo no funciona.

Repito. Inauguración del Museo, del Reina Sofía. La reina in the flesh haciendo la visita. En una exposición de nuevas tecnologías. Y los ordenadores se cuelgan. Ellas se desesperan, claro, lloran, etc. Pero, rendidas ya al inminente fracaso, sucede un nuevo acontecimiento, esta vez magistral: toda la luz en el edificio se apaga. El MNCARS a oscuras, en su primer día. 15 minutos estuvo el museo en la oscuridad, con la reina dentro (y sus guardaespaldas al borde del soponcio, imagino). Luego, por fin la luz vuelve, y el equipo, descansado (a veces uno habla de los ordenadores como de los caballos en las pelis del oeste), vuelve a funcionar.

Todo muy bien, muy divertido, aunque me temo que Eva Koch no entendía nada y se pasó horas viendo a españoles hablar a gritos sobre historias de más españoles, sin comprender. Se la veía cansada. Nosotros aún no habíamos llegado a los niveles del jueves-viernes, así que algo dábamos de sí. El día siguiente tocaba Portabella, que es el tipo más majo del mundo. Yo ya le había visto dos veces, la primera en el festival de Gijón, cuando estrenó El silencio antes de Bach, y le hice una entrevista muy divertida que nunca pude transcribir porque la grabación era una mierda. Me había contado en aquella ocasión que, al proponer la idea de meterse dentro de un órgano, uno de sus co-guionistas le contó que estos son en realidad muy pequeños, que entran apenas dos personas, y que de hecho él había entrado con otro tipo en uno, una vez, y habían follado dentro. Decía Portabella que entonces Carles Santos se encendió y propuso filmar un polvo dentro de un órgano, un tipo follándose a otro, los tubos del órgano descendiendo y la polla de un hombre ascendiendo al interior del culo de otro. Una pena perder aquella grabación, porque no le he visto contando la historia en otro lugar.

Tomando algo en la cafetería antes de empezar, nos habló de un proyecto que tiene con el Reina Sofía, y de otro que pensaba en recuperar, con (agárrate) Toni Negri. Pero políticamente, no acabo de calar a Portabella. Todos recibimos El silencio antes de Bach como si fuese una nueva película de aquel marxista riguroso y preciso de los años 60-70, lo que llevó creo a no mirar mucho esa especie de retrato de Europa que traza la película, que no está falto de ombliguismo ni de la retórica habitual en los discursos europeístas: reconocimiento de las catástrofes, si bien en unos términos vagos y difusos, y canto reconfortante a lo mejor de la tradición, con un yo diría que solapado ánimo redentorista (el arte no solo redimiría a la realidad, sino a las propias civilizaciones a las que pertenece; diabólico, sí). Es decir: parecería que en la película Portabella tiende a hacer profano el arte, a sacarlo de su vestimenta y aura de sacralidad, y así lo parecería sobre todo a tenor del genial uso de la pianola en sobre todo una de las escenas de la película, pero al mismo tiempo, ¿no podría verse como la celebración, precisamente, de la emergencia de esa música excepcional en un contexto convencional? La música, invisible y majestuosa, surge de la materia visible y llana. Cierto que Portabella es exquisito mostrando esa realidad material, y que de hecho el artista más artista que muestra es el carnicero de la escena del mercado, pero al ver escenas como la del río y el metro, la partitura y la carne, me pregunto si en realidad El silencio antes de Bach no será una nueva- y tal vez, la mejor- celebración de la famosa gloria europea, gloria a pesar de las miserias a que en ocasiones daría lugar. Pero en fin, tengo la película lejana y necesitaría una nueva visión. Volveré un día sobre esto.

Sea como sea, Portabella es un tipo encantador, y procuré sentarme a su lado en la cena. Hablamos de Pont de Varsovia, su película del 89, y una de mis favoritas (sus clásicos Nocturno 29, Cuadecuc y Umbracle no me disgustan pero tampoco me entusiasman), sobre lo bien que resolvió la entrada de la narración convencional, de las escenas de diálogo, en su obra. También le conté en cierto momento que Lejos de los árboles me parecía una película muy mediocre, y me soltó una bomba: que la mujer de Jacinto Esteva le encargó un re-montaje de la película, y que ya lo ha acabado. El montaje de Lejos de los árboles según Portabella parece que dura una hora, y me ha prometido mandarme una copia. Tengo mucha curiosidad por saber qué habrá hecho, pero creo que esto será algo polémico. Sin embargo la peli de Esteva me parece tan mala que me importa una mierda. También salió Contactos en la conversación y, si bien sabía por Paulino que le gustaba, me agradó saber que la considera la mejor o si no una de las mejores películas de aquel período, de aquel cine experimental/independiente/underground del que él mismo formaba parte.

En esta cena estaban también Los Hijos. Habíamos proyectado su peli, Los materiales, el jueves pasado, el 9, a la vuelta del puente, y el encuentro, con su amigo el crítico Asier Aranzubía Cob- un tipo genial que además me pasó, ¡por fin!, una copia de Embrujo, la peli “surrealista” de Lola Flores que llevo décadas intentando ver-, fue el viernes. Siempre invitamos a cenar, pero el viernes ellos no podían, así que les propusimos pasar la cena al día de Portabella, y aceptaron. Vieron el encuentro y al parecer les gustó bastante, pero en la cena, que fue muy numerosa, les tocó en el otro extremo de la mesa, así que apenas hablaron. Portabella no sabía de ellos pero yo le conté cosas, y enseguida se mostró interesado. Al final de la cena se presentaron y le pasaron una copia de la peli. Debo decir que ese poner en contacto a esta gente es lo que más feliz me hizo de todo el ciclo. Fue el único momento en que me sentí útil: poniendo en contacto a gente válida que se desconocía.

Es raro lo que uno escucha por ahí de Los materiales, para mí una película memorable, de esas que le hacen a uno sentirse feliz de ser su contemporáneo. Por ejemplo, parece que Miriam le dijo a Salomé que Los Hijos le parecían unos cínicos, y por ahí he leído cosas parecidas, acusaciones de solipsismo, por ejemplo, de ensimismamiento, a otros la peli les parece irónica… Puede ser que haya ironía, pero del buen tipo, de la jocosa, no esa “risa acosada por la idea”, como Leopoldo Mª Panero gustaba de calificarla. Por lo demás, yo la encuentro una obra extremadamente frontal, sincera de un modo que desarma: no solo problematiza la práctica documental (no sé aún si decir “cierta práctica”, creo que realmente la propuesta afecta a la misma dimensión documental del cine, aunque reconozco que haría falta más espacio para explicar esto) y la construcción de ficciones, sino que en determinado momento, hacia el último tercio, comienza a problematizar incluso las posibles consecuencias de su propia estrategia de problematización, de modo que ellos acaban por ser los primeros en poner en solfa el ensimismamiento, solipsismo, ironía, cinismo, etc., que sus planteamientos podrían implicar en algún momento (aunque debo decir que tampoco encuentro tales cosas en el resto del metraje, y dudo que los encuentres tú, joder, porque no los hay). Y por lo demás, demonios, no vería tampoco un problema que la peli fuese solipsista, lo que me parecería preocupante es que fuese mala. Hay un empeño grande en pensar el cine en términos de necesidad, el cine que hace falta, sobre todo en términos de esta política difusa y alucinógena que tanto se lleva en estos tiempos de fans de La cuestión humana y cosas así. Debe ser que me gusta demasiado el cine: me chupa un huevo lo políticamente justa, apropiada o acertada que sea Los materiales, la necesidad que el cine o el mundo tengan o no de ella: es una película extraordinaria, llena de ideas geniales, de riesgos superados con éxito, de una puesta en escena pensada, que da pasos adelante. Que haya gente metiéndose con esto y haciéndose en cambio pajas con La red social, una película que para representar la soledad de alguien le pone, a estas alturas de la fiesta, ocupando medio encuadre mientras al fondo se apagan las luces de la oficina, me parte.

Es suficiente de momento, ¿no crees? Veo difícil acabar esto antes de volver a Satán, así que a saber cuándo cae la tercera. No me cojas frío y afila esas tizas, que quiero ver algo allá, o araño. Un abrazo,

Rubén

3 comentarios:

aleXz dijo...

Qué grande el comentario de La red social! Siempre dando en el clavo!

Salva dijo...

Gracias por compartir tu visión, Rubén. Admiro la vista que tienes para retratar el pequeño detalle que hace saltar el puente de identificación lector/espectador. La anécdota de las muchachas es, en sí misma, un corto. Me gustaría que Peter Sellers resucitara y lo hubiese protagonizado en su juventud. Ojalá supiese tanto de cine como tú, para disfrutar así de tantas películas.

Por cierto, que también soy defensor del suicidio (aunque solo en casos socráticos o de demencia senil inminente; creo que la automuerte de una persona creativa es uno de los pocos dramas absurdos que hay que lamentar en el mundo), pero no te recomiendo la ventana. He conocido casos similares, incluso he experimentado uno personalmente (accidente, no autoinfligido) y hay más posibilidades de las que crees de quedarte en coma o incapaz, con lo que el remedio es peor que la enfermedad. Un garaje y un coche arrancado son más que suficientes, si tienes paciencia. Si no, lánzate sobre una granada de fragmentación.

Rubén García López dijo...

Alex, gracias, sabía que contaría contigo en esto. "La red social" sin duda va a la lista de falsas bahianas, ¿no?
Salva, ¡lo de la granada mola un huevo! Me lo apunto pero ya. Hay unos talibanes en un locutorio de mi barrio que seguro que me pueden conseguir alguna. Si no, tal vez en Santander, para los petardos de Nochevieja, pueda hacerme con algo... mmm... y lo del puente ese, ya me dirás qué es, man. Esto lo escribo tan rápido que doy fe de que todo lo que consiga en ello es por pura coña!