Hace unos meses, en Facebook, José Luis Torrelavega me nominó a participar en una de esas habituales cadenas
dedicada en este caso a exponer mis 10 películas favoritas, o consideradas mejores
de la historia, o algo así. Como Facebook es la única cárcel del mundo donde los
prisioneros están fuera de las rejas, y como me da mucha pena ver tantos blogs
abandonados por la entrega de sus autores/as a escribir en un medio que solo
permite la lectura a sus afiliados, comparto aquí, con las pertinentes
correcciones, lo que salió de allí.
Quien me conoce sabe que
soy malo para las listas, así que en principio debiera haber evitado aceptar el
envite de José Luis, pero por lo que fuera decidí meterme en ello. Siempre que
he intentado hacer una lista de “las 10 mejores películas de la historia” he
fracasado en el intento y la tensión me ha dejado, además, exhausto. Por ello,
en este caso me relajé y para conseguir 10 títulos sin demasiados
remordimientos, decidí combinar criterios distintos: películas capitales en mi
vida (criterio autobiográfico), capitales sin más (criterio estético/histórico) y
simplemente muy, muy queridas (criterio amatorio). No había que hacer
comentarios pero por supuesto yo me compliqué la cosa lanzándome a ellos. Como
se verá, empiezo suave pero luego me caliento (y luego me arrepiento de haberme
calentado). El resultado fue el que sigue:
1: Phantom of the Paradise, Brian de Palma,
1974. Durante media adolescencia fue mi película favorita, y a día de hoy me
sigue pareciendo la mejor de su director. También la considero la mejor rock
opera ever, ya sea en película o en
disco, es decir que también hay aquí otro tipo que tocó el cielo: Paul
Williams. Bueno, y mis adorados William Finley y Jessica Harper... Me callo
mejor...
2: 2001. Odisea del espacio, Stanley
Kubrick, 1968. Diría que el mejor Kubrick es Dr. Strangelove, pero ahí al lado anda 2001, que escojo aquí tanto por mi gusto por la ciencia-ficción
como por las películas lentas y largas como por el hecho de que verla (en algún
momento entre los 11 y los 13 años) marcó un antes y un después en mi vida, por
razones que serían muy largas y lastimosas de exponer aquí…
3: El bueno, el feo y el malo, Sergio
Leone, 1966. Entre esta y Once upon a
time in the west me es imposible elegir, ambas son centrales en mi infancia
más remota, son las primeras películas de las que tengo recuerdo, y las
revisiones posteriores nunca me han decepcionado. Si elijo esta es porque tengo
recuerdos de ella que se remontan a los 3-4 años, y la imagen de Eli Wallach
atravesando un cristal en su presentación se me quedó tan grabada que yo creo
que fue aquel un personaje que en algo debió influir en mi desarrollo o
involución posterior. Después, los espagueti western en vídeo y los westerns
clásicos en la televisión fueron capitales, y así hasta hoy. Una buena
formación, no lo duden.
4: Fort Apache, John Ford, 1948. Siento ser
tópico aquí, pero en una lista de 10 películas grandes no puede faltar John
Ford. Escoger una es complicado, por supuesto. El orgullo me pide ser original,
pero esta es la película que me viene a la cabeza constantemente y no vamos a
luchar contra esos impulsos a estas alturas. Fort Apache muestra a Ford en absoluta plenitud y con toda su
retorcida complejidad. Como pongo esta podría poner My darling Clementine, Dos
cabalgan juntos, Gideon´s day, Tobacco road, Rio Grande, The long gray
line o The wings of eagles, pero
siempre he tenido la impresión de que esta película resume a Ford entero, su
talento como cineasta, como cronista de la historia de su país, como amante del
detalle y el secreto.
5: Madregilda, Francisco Regueiro, 1993.
Igualmente, en una lista de 10 películas grandes tampoco puede faltar una
película española. ¿Por qué? Porque, si no ponemos nosotros una, nadie lo hará.
En mi prólogo al libro Paulino Viota. El orden del laberinto, expreso cómo hacer historia, crítica o teoría
cinematográfica en castellano es hacerlo en el silencio, porque los centros
culturales son anglosajones y franceses, y nada fuera de allá será considerado
a no ser que pertenezca a centros de poder económicos (Alemania, Japón, China)
o le toque momento de fama motivado generalmente por simple turno. Nada de lo
que digamos importa en los cálculos generales de nuestras materias. Hablamos
solo para nosotros.
Así pues, Madregilda. ¿Por qué? No la considero ni
la mejor película hecha en España ni la mejor de Regueiro (ahí hay varias para
elegir: Padre nuestro, Duerme, duerme mi amor… es triste que la
más famosa sea la única mala, Carta de
amor de un asesino), pero a este sí le tengo por el más importante cineasta
español, por su puro arte en la puesta en escena (sus elipsis, sus sinécdoques,
su arte para no imponer las metáforas sino configurar un mundo completo
estructurado mediante ellas) pero, también, porque ha sido el único en trabajar
a fondo la idea de que, en este país, todos somos hijos de Franco, en
diagnosticar ese pecado original que una dictadura instaura siempre en un país,
o cuando menos en el nuestro. Es el cineasta que mejor ha sabido dirigir su luz
hacia nuestra noche ("nuestra música", por recordar el memorable dictum de Godard en el filme del mismo
nombre), nuestra oscuridad, sin la cual una aproximación crítica es siempre (y
así lo demuestran las obras de Picazo, Saura, Camus y tantos otros) autoindulgente, e incompleta en último término.
Es una pena que Madregilda fuese su última película, pero realmente es un justo y
coherente punto final: dirigirse al protagonista larvado de toda su obra, el
Origen con mayúsculas de todo su mundo, un mundo de padres terribles,
criminales pero también cobardes, emperadores caídos incluso en el momento de
su triunfo, que es aquí también el de la cinefilia, sempiternamente obsesionada
por el lugar paterno (baste leer a Daney, exponiendo el subconsciente de toda
una tradición cinéfila en la primera parte de Perseverancia, o a Erice en cualquier lugar), y dirigirse al fin
hacia una mujer, esa Gilda que ganó la Guerra Civil y que al son nada menos que
de "Suspiros de España” (Regueiro es malo para la música, pero usando este
pasodoble toca siempre el cielo) emerge de entre los muertos para hacer que los
hijos se vuelvan contra sus padres. Nada, por supuesto, cambiará: la pugna
entre madres, padres e hijos es una perdida desde el principio, por
emponzoñamiento esencial de los términos. Regueiro es el gran poeta del infierno
español, y quizás el único capaz de mirarlo a los ojos hasta el final.
6: Memories within Miss Aggie, Gerard
Damiano, 1974. Por idénticas razones, en una lista como esta tampoco puede
faltar una película pornográfica. Hace años a muchos se les llenaba la boca
tildando de "cine invisible" a películas que no se estrenaban en
salas comerciales pero recorrían festivales del mundo entero, eran reseñadas
por todas las revistas de prestigio y hasta ganaban Palmas de Oro en Cannes. No
hay cine que merezca más el título que el pornográfico, ese que nadie ve (al
menos, entero) pero del que todos hablan (y hablan, por supuesto, estupideces,
casi sin excepción). Me tentaba escoger Face
dance de Stagliano, ejemplo de
película que cambia el mundo sin que nadie la conozca, pero nada iguala ni el
amor que le tengo a Damiano ni, sobre todo, la grandeza de la más terrible de
todas sus películas y el mejor filme pornográfico que he visto. Damiano hizo
las clásicas películas porno felices, pero también supo ahondar en los horrores
de la soledad y el sexo como yo diría que nadie ha hecho, extraer los afectos
propios del contacto entre dos cuerpos, pero también de su separación, o de un
cuerpo solo que anhela otro. Hizo películas terroríficas como esta, que pude
ver en pantalla grande hace muchos años, una experiencia escalofriante e
inolvidable, obra suprema de un cineasta imprescindible sin el cual toda
historia del cine está incompleta.
7: El dinero, Robert Bresson, 1983. El
descubrimiento de Bresson, en 2002 en la casi recién estrenada nueva sala de la
Filmoteca de Santander (y al mismo tiempo, por cierto, que realizaba mis
primeros cortometrajes), es una de esas cosas que marcan la vida de cualquiera,
porque, y creo que no me equivoco en esto, pocos cineastas marcan como este.
Bresson es casi una enfermedad de la que uno no sale igual que estaba, al menos
yo no lo hice. De todas las suyas considero esta la mejor, culminación de esa
etapa en la que introduce el color y sobre todo logra eliminar la música de su
cine y, con ello, a Dios y todo sentimiento de trascendencia, que siempre afeó
un poquito lo anterior, aunque aviso para que no nos confundamos que otra que
podría ir aquí tranquilamente es El
proceso de Juana de Arco, una de esas películas a las que rezar antes de
acostarse. El dinero es uno de los
filmes más terribles y crueles jamás filmados, me parece simplemente perfecto y
tristemente supone el final de una manera de entender la puesta en escena que,
aunque tenga sus herederos (mi favorito: Kaurismäki), es una voz que nunca más
se dejará sentir, y eso a veces me da mucha pena. No tener a Bresson
cantándonos las cuarenta, en tanto personas y en tanto cineastas, es triste.
Aunque verdad que el tipo era tan gruñón y tan preciso que todo lo que dijo
desde su primera película se escucha todavía hoy, alto y claro. Viva
Bresson.
8: Tres vidas y una sola muerte, Raúl Ruiz,
1995. También en la Filmoteca de Santander, cuando estaba en la sala Pereda del
Palacio de Festivales eso sí, descubrí a Raúl Ruiz, con esta película que cambió no pocas cosas en su carrera, y que sigue siendo la que más quiero,
aunque quizá, como obra cumbre, escogería Cofralandes,
Días de campo, Mémoire des apparences, Diálogo
de exiliados… en fin, no faltan. Lloré casi cuando murió Ruiz, y realmente
me duele que no esté. No puedo decir mucho: no hay cineasta más difícil que él
y esta es una película única en mi vida, en tanto me parece genial pero,
después de verla no sé cuántas decenas de veces, estoy seguro de no haber
alcanzado su centro, su sentido, posiblemente porque tiene muchos,
aparentemente hilvanados por un eje engañoso que en el fondo no ayuda a
resolver mucho. Quiero con ello decir que podemos quedarnos con esa "sola
muerte" del/los protagonista/s, pero con ello no resolveremos mil
problemas que plantea el filme, tanto de lo que muestra como del modo
singularísimo en que lo hace. Ningún cineasta evita el cierre como Ruiz,
ninguno renovó la narración (ese arte invisible) como él, ninguno es tan
emocionante, tan divertido, tan sugerente. Creo que no somos todavía
conscientes de lo gigante que es Ruiz. El intento de reducirlo vendrá mediante
el de convertirlo a él en personaje y a sus ensayos en eje de lectura de los
filmes, pero esa reducción fracasará cada vez que se enfrente a estos de manera
exhaustiva, la misión clave en este momento.
En fin: veo esta película
casi todos los años desde que se estrenó, y aún me maravilla, me sorprende, me
fascina, me emociona, me intriga, me obsesiona. No me pasa con muchas.
9: Oki´s movie, Hong Sang-soo, 2010. No me
es tan difícil escoger una película de Hong Sang-soo porque me encantan sus
estructuras y hay sobre todo dos que son para enmarcarlas: esta y Nobody´s daughter Haewon. Oki´s movie llega a tal nivel de
abstracción que quintaesencia este cine donde todo puede transformarse y ser
impugnado por el rincón más inesperado, y donde acaba prevaleciendo un clima de
vulnerabilidad, de necesidad de verdad en las palabras y los cuerpos, de miedo
y miseria, y un gusto por el detalle, la delicadeza y el lirismo que me hace
pensar en Ford y que se diría esconde en los planos generales más apasionantes
del cine actual, con unos actores y actrices que a veces cuesta creerse de lo
sobrenaturalmente buenos que son (mis favoritos, además, están todos aquí).
10. Dog Star Man, Stan Brakhage, 1961-1964.
De todas las aquí listadas, si hay una que mereciera ser tildada de MEJOR
PELÍCULA DE LA HISTORIA DEL CINE, es esta. Primero, porque es la única que solo
se puede ver en cine. La he visto varias veces pero solo una de verdad, en la
sala 2 del cine Doré, hace ya demasiado tiempo. El resto, en televisiones y
pantallas de ordenador, acabaron con toda evidencia como repasos informativos,
recordatorios de cómo esta o aquella imagen se sentían en una pantalla grande,
con la luz filtrada a través de ese celuloide trabajado de todas las maneras
concebibles. Así que poco puedo decir, y además no tengo tiempo, había que
acabar esta lista y se me escapa el autobús. Eso sí, añadiré 10 más, porque
esto no se puede quedar así. Ya veremos.
En efecto, como era
previsible, la tensión que me generó escoger 10 películas entre todas las que
admiro, amo o considero geniales, me obligó a añadir 10 títulos más, aunque el
juego (y la tensión) acabó matándome (y aburriéndome) y solo llegué a añadir 8.
En esta ocasión el criterio debía ser el de escoger películas que de verdad
pudieran ser consideradas, sin ambages, obras maestras absolutas y, si poseían
además una importancia histórica decisiva, mejor que mejor. Salió lo que sigue:
11: Henry Geldzahler, Andy Warhol, 1964.
Warhol fue un cineasta gigantesco y único y esta, cuando la vi en pantalla
grande en La Casa Encendida, me pareció la cumbre: más de 90 minutos del hombre
que da título a la película, sentado en el sofá de la Factory, posando ante la
cámara. Como siempre en el Warhol mudo, a 16fps. Contra la descripción que hacía
Callie Angel (no he leído la de Pagán), la película no muestra una medida
postura que se deshace bajo el peso del largo tiempo de rodaje, sino una que se
deshace y recompone constantemente, gracias al talento juguetón de Geldzahler,
que en efecto pierde la postura y el aplomo con el tiempo, pero de repente
reconvierte con gracia en nuevas y estilosas poses las casuales posiciones en
que acaba, mediante un leve gesto o, muy a menudo, una mirada a cámara. Gran
arte asimismo en el manejo del puro, el mejor yo diría que se haya fumado nunca
ante una pantalla. De cuando en cuando algún/a cineasta redescubre el tiempo.
De todos ellos, Warhol fue el más grande y, yo diría, el más
trascendental.
12: Je tu il elle, Chantal Akerman, 1974.
Akerman lo dio todo aquí e hizo una película perfecta, modélica en su
articulación de las relaciones entre un cuerpo y un pequeño espacio, de dos
cuerpos en una mesa de restaurante (me tienta decir que el plano en que la
chica y el camionero beben cerveza a velocidades radicalmente diferentes es el
mejor de la película), en mostrar la curiosidad de un mundo por otro (Akerman
filmándose mirar al hombre mientras se afeita, o mientras conduce y hace sus
confesiones), en mostrar el reencuentro de dos amantes, los distintos momentos
de una relación sexual, en crear un personaje del que no nos separamos y que
nunca conseguimos conocer (pero que me cae enormemente simpático). Es una película
que siempre me hace sentir asomarme a algo muy distinto, pese a que sea tan
reconocible en tantos momentos. Me falta por ver casi todo de Akerman, pero
solo por esta y News from home merece
sitio en el panteón.
13: Octubre, S. M. Eisenstein, 1928. Falta
mucho cine mudo en mi lista. Como mínimo faltan Keaton, Chaplin, Lubitsch, Murnau,
Lang, Richter… Pero qué le vamos a hacer. De Keaton y Chaplin soy incapaz de
escoger una. De Eisenstein me resulta fácil: El acorazado Potemkin y Octubre
abrieron caminos muy difíciles de seguir y su perfección y dificultad dejan
mudos. Prefiero Octubre porque aquí
la invención es más radical y es una película que sigue retando a mucho
cine-ensayo y filme político posterior. Si se busca unión entre cine y
pensamiento no me parece que haya que rebuscar mucho, pero esta se hallará
entre los casos más logrados.
Eisenstein, también, fue el
mejor pensador que tuvo el cine. Que no se hayan editado todos sus escritos y
que los que haya en castellano no sean, salvo en un solo e inencontrable caso,
traducciones del ruso, es una pura vergüenza. No tiene nada que ver con el
tema, pero si facebook no sirve para quejarse ante nadie, ¿para qué si no?
14: Vertigo, Alfred Hitchcock, 1958. Otra
clásica. Ahora que se supone que es la mejor película de la historia del cine,
a algunos nos empezará a dar lata hablar de Vertigo,
tal como hay quien te dice que Ciudadano
Kane no es tan buena, pero esta es una de las películas de mi vida desde el
día 1, y además tuve la suerte de que en los 90 en Santander pude verla tropecientas
mil veces en pantalla de cine. A mi Hitchcock no siempre me gusta, pero en esta
dio de pleno. Su primera mitad está detrás de buena parte de la obsesión por
los paseos urbanos del cine posterior y su misterio, su amor mórbido, el aura
fantástica, son poderosísimos. Su giro argumental, además, le hace alcanzar la
grandeza, al ampliar la historia no solo a la fascinación del hombre torturado
sino al sufrimiento de esa mujer que, criminal y enamorada, se ve metida en una
de las historias de amor más retorcidas jamás contadas. James Stewart, quizás
mi actor favorito del mundo mundial, también alcanzó aquí su cumbre, otro punto
a favor.
15. Alemania, año cero, Roberto Rossellini,
1948. Esta es otra de esas películas que se ven con la sensación de que lo
empiezan todo, de que algo nuevo se abre en ella. Un nuevo cine del espacio,
del cuerpo, de la relación entre ambos, y de ambos con la historia (y más
concretamente, yo diría con la guerra: Rossellini encontró un modo de pensar la
guerra acudiendo a las heridas abiertas dejadas a su paso). Si creyera en la
existencia del cine moderno, yo diría que empieza aquí, pero no: es el cine de
siempre, pegando un estirón.
16: Shoah, Claude Lanzmann, 1985. Hablando
de cine del espacio, o cine del lugar, Shoah
ocupa una posición clave y es desde su estreno un "game changer",
como se dice ahora, de los que realmente transforman todo a su paso. En este
sentido, el tema no importa tanto como la estrategia que encontró Lanzmann para
aunar presencia, ausencia, memoria, investigación, imagen, testimonio, y
sortear ese fetichismo tanto de este último como del lugar, que haría estragos
desde entonces. Pero no me parece que podamos culpar a Lanzmann de eso, y al
respecto me remito a la magnífica entrevista que concedió a Cahiers du Cinéma con motivo del
estreno. Uno de los mejores documentales jamás filmados, sin más. De los que se
hacen pajas con las memorias del holocausto podemos hablar otro día.
17: Plácido, Luis García Berlanga, 1961.
Reitero lo dicho sobre el cine español en la parte primera de la lista (he
tenido que mirar para recordar cuál puse, ¡esto no es serio!). Primero, para mí Berlanga es el mejor cineasta español junto con Regueiro. Punto. (A partir de
aquí ya no sé quién seguiría, pero estos dos son claros). Aunque siempre se
cita El verdugo, detesto tanto el
célebre picado de la ejecución, que queda automáticamente eliminada (antes
pondría otras como Novio a la vista o
La escopeta nacional), pero aunque
tampoco me agrada mucho el picado final con villancico, Plácido me parece su obra maestra, y aunque ya Ferreri estaba
destacando en ello (véase El cochecito),
el manejo de grandes grupos de gente en desplazamiento con múltiples líneas de
diálogo y un considerable caos sonoro alcanza aquí una cumbre mundial. En todo
caso es este un arte que parece propio de países latinos. Lo que también me
hace pensar en que faltan aquí comedias italianas. Lanzo pues un accésit a la
última de ellas que me maravilló: ¿qué impide decir que E´ primavera, de Renato Castellani, es una obra maestra del cine, y
que solo prejuicios surgidos por el imperialismo cultural (que no es solo
norteamericano, sino francés, nunca lo olvidemos) nos hacen sentir exagerado el
ponerla por encima de comedias de Hawks, Wilder, Sturges e tanti e altri?
18: Histoire(s) du cinema, Jean-Luc Godard,
1988-1998. Es obvio lo difícil que resulta escoger un Godard, pero diría que
este es como el resumen de todos, y su obra tal vez más esencial y depurada,
más entregada a ese arte del contacto y la transmutación que tan bien nos supo
hacer ver Paulino Viota en un inolvidable curso en que nos limitamos (¡y cuánta
falta hace limitarse a eso!) a mirar cada capítulo, describirlo, esclarecer las
referencias y pensar su sentido inmediato, con el vuelo justo para que nos
diera tiempo a terminar la serie entera. Bien mirado, mis películas 19 y 20
debieran ser este curso y el otro que Paulino dedicó a Rio Grande de Ford. Así también puedo dar por finalizado este juego
absurdo que me tiene ya chato. Salud.
Hasta aquí llegué. Me
quedaron dos películas por incluir, que iban a ser Playtime de Tati y Gertrud de
Dreyer. Pero ya estaba harto y en el fondo dudaba si incluirlas. Juntando y
corrigiendo todo, me doy cuenta de que me olvidé de una imprescindible en todos
mis intentos de lista, la gran Objetivo 40° de Javier Aguirre, sobre la que ya escribí hace tiempo en este blog.
Pero también de otra que se me hace criminal no nombrar, así que no me quedo
sin incluirla:
19: Angel, Ernst Lubitsch, 1937. Cumbre
absoluta de Lubitsch para quien esto escribe, Angel es un modelo de depuración, concreción y abstracción. Sus
fueracampos, sus elipsis, sus divisiones espaciales, miradas y gestos… Es su
película más estilizada, y una de esas que te hacen sentir el cómo atravesar
una puerta determinada puede cambiar una vida entera. Es también un canto al
amor hecho por una persona inteligente. Nada de todo esto es habitual. Y encima, si uno mira bien, se da
cuenta de que Marlene Dietrich es responsable indirecta del estallido de la
Segunda Guerra Mundial. ¿Quién da más?
En secreto, pensando estas
listas, pensaba una definitiva. Las 10 de verdad. Y esta vez conseguí hacer una.
10 obras maestras absolutas:
Memories within Miss Aggie, Gerard Damiano,
1974.
Fort Apache, John Ford, 1948
El dinero, Robert Bresson, 1983
Dog Star Man, Stan Brakhage, 1961-1964
Vertigo, Alfred Hitchcock, 1958
Je tu il elle, Chantal Akerman, 1974
Octubre, S. M. Eisenstein, 1928
Plácido, Luis García Berlanga,
1961
Henry Geldzahler, Andy Warhol, 1964
Angel, Ernst Lubitsch, 1937
¿Las 10 mejores películas de la historia del cine?
Difícilmente. Hay 3 casos de discriminación positiva: considero obligatorio
incluir, en toda lista de películas, una española (dado que soy español; si
eres filipino, debieras incluir una filipina, etc.), una de una mujer y una
pornográfica. Las tres que incluyo son obras maestras, pero sin este criterio
no estoy seguro de que estuviesen aquí. Igualmente, no me creo una lista sin Eric
Rohmer, sin Chaplin, sin Ozu, sin Cofralandes…
La importancia histórica de Octubre
me hace dudar si me parece tan grande por sus propios méritos (sobre los que no
albergo la menor duda), y El dinero de
pronto me parece una presencia demasiado extraña, aunque para mi es la cumbre
del que quizás sea el mejor cineasta de todos los tiempos. Me da vergüenza que
apenas haya cine anterior a los 40 y que todas las películas sean europeas o
americanas. Me da vergüenza, en el fondo, no saber tanto de cine como creo.
Hacer listas es un puto infierno.
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