sábado, 22 de diciembre de 2018

Importancia de lo mínimo: "Duración" revisited


    No negaré que Facebook es un lugar siniestro, pero lo cierto es que desde mi incorporación tardía allá en 2013, si algo he visto claro es que mucho depende de qué amigos tenga uno, y que es un lugar donde se puede aprender bastante. Por ejemplo: gracias a Albert Alcoz, hace poco supe de la película Phi Phenomenon, realizada por Morgan Fisher en 1968. Llamémoslo rápidamente “film experimental” y resumamos en qué consiste con una captura:
    En efecto, Phi Phenomenon es un cortometraje de 11 minutos en 16mm, a lo largo de los cuales vemos de frente el reloj de la imagen.
    Un reloj en marcha, nada más. En 1968. Dos años más tarde, en España, Paulino Viota realiza una película llamada Duración, que también podemos resumir con una imagen:
    Duración también muestra un reloj en marcha, y nada más. Precisamente, supe de Phi Phenomenon respondiendo a una pesquisa de Albert Alcoz buscando películas que incluyeran relojes sin manecillas. Yo sugerí Duración y Alcoz me respondió señalando: “creo que es una copia un poco literal de Phi Phenomenon de Morgan Fisher, hecha justo dos años antes…”.
    Justo a inicios del presente año se publicó un artículo mío sobre Duración en la revista L´Atalante: “6 de febrero de 1970 (Duración, de Paulino Viota)”. Es un texto del que me siento bastante satisfecho e incluso orgulloso, pero la falta de referencias a una película tan parecida, y anterior, es imperdonable (bien cierto es que nadie me la ha hecho notar, pero ¿habrá leído alguien el artículo?). Lo que pretendo en lo que sigue es primeramente refutar no solo el carácter de copia de Duración sino su radical diferencia respecto del filme de Fisher, y a raíz de ahí aportar una breve nota sobre el análisis de filmes experimentales.

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    Bastan dos capturas para ver los parecidos entre Phi Phenomenon y Duración. No hay duda. Bastan dos capturas, no obstante, para ver una diferencia de importancia: el reloj de Fisher tiene dos manecillas y el de Viota solo una. Precisemos: la aguja que tiene el de Viota es precisamente la que le falta al de Fisher: la de los segundos. Esto ya comporta dos películas muy diferentes: la de Viota está en constante movimiento, concretamente un movimiento perceptible por cada segundo de metraje; la de Fisher en cambio tiene un movimiento prácticamente invisible, imperceptible: al terminar, la aguja de los minutos habrá avanzado once concretamente, pero su desplazamiento habrá sido apenas perceptible. Fisher pareciera proponer al espectador el reto de capturar un movimiento que sabemos que está teniendo lugar pero al que, por su lentitud, apenas podemos ver, capturar con nuestros ojos. Como señala P. Adams Sitney, “the title refers to the illusion of movement generated by the rapid substitution of proximate images–say, two lights on a marquee. It is central to all cinematic perception, but Fisher makes us sweat out eleven minutes vainly trying to catch the minute hand in motion” [el título refiere la ilusión generada por la rápida sustitución de imágenes próximas – por ejemplo, dos luces de una marquesina. Es un hecho central para toda percepción cinemática, pero Fisher nos hace sudar durante once minutos intentando en vano atrapar la aguja de los minutos en movimiento]. La relación de los títulos con el contenido de los filmes también tiene relevancia: el de Fisher parecería tener cierta cualidad irónica, mientras que el de Viota en su aparente carácter tautológico arroja una idea sobre el carácter material del concepto de duración frente al más abstracto del tiempo. Disculpen la autocita: 
“El tiempo es una categoría abstracta, la duración en cambio hace referencia a su dimensión más concreta, el hecho de que las cosas, la materia, la vida, las películas, duran. Decimos que el tiempo pasa, pero la duración queda, porque es: es el tiempo de los objetos, el tiempo encarnado, materializado. Un reloj nos da la hora, pero esto conlleva que está allí para que no percibamos el tiempo sino como puntos o marcas de un recorrido. Recordemos que Viota filma un reloj que no da hora, que solo sirve por tanto para decirnos que el tiempo pasa, que transcurre, eso que, por lo general, los relojes nos permiten olvidar, en favor de esos momentos puntuales que nos informan de la cercanía mayor o menor de los momentos del día que realmente nos importan, y nos ayudan a que el tiempo pase, sin que nos demos cuenta. La mutilación que está en la raíz de Duración, la de las agujas de las horas y los minutos, hace que el reloj sea por fin una máquina que se llena de tiempo, en la que se hace manifiesta la duración tanto del objeto como de la película como de nosotros, mientras lo miramos. La duración del objeto, de la película, del espectador, saltan a primer plano, primer paso en esa toma de conciencia buscada.” 
    Sin duda también Phi Phenomenon hará presente esa duración del tiempo del objeto y el espectador, detenido ante un reloj inmóvil que, sin embargo, avanza y da la hora. Su título no dirige hacia ese elemento sin embargo, no lo hace propio como sí Viota a través del suyo, cuyas otras (y mayores) implicaciones creo que la cita recoge suficientemente. 
    Phi Phenomenon y Duración ofrecen en suma experiencias distintas a sus espectadores, debido a que muestran el mismo tipo de objeto pero realizan sobre él sustracciones distintas que afectan tanto a la naturaleza del mismo como a su movimiento: una elimina el elemento que permite la percepción inmediata de este y por ello obtiene una película sin movimiento aparente (y sin embargo cierto), mientras Viota mantiene solo el elemento que Fisher retira, eliminando los restantes, y con ello alejando al reloj de su función habitual (inutilizándolo en cierto modo) y centrando la atención en un movimiento constante e impenitente.
    Sin embargo, estas diferencias no son las más relevantes. La descripción hecha de ambas películas era burlonamente breve, pero en el caso de la de Viota está incompleta, y ese es el gran fallo en las escasísimas referencias a la película que existen (al menos de las posteriores a la proyección, ya que las inmediatas sí lo tienen en cuenta), que hablan de Duración como si consistiese simplemente en la imagen de un reloj que gira en bucle mostrando el movimiento de un segundero en marcha, cuando la clave no es solo el bucle (otra diferencia respecto a Phi Phenomenon), sino dos hechos centrales: 1/ ese bucle solo se detendría cuando el último espectador saliera de la sala donde la película era proyectada, y 2/ nadie estaba informado de tal cosa.
    No quiero extenderme al respecto porque lo hago suficientemente en mi artículo, pero aquí nos encontramos la diferencia que aleja radicalmente no las imágenes, sino las experiencias que constituyen las dos películas, y en resultado su esencia propia. En un principio, ambas podrían ser consideradas muestras de cine estructural; sin embargo, el punto clave de mi análisis radica en mostrar que Duración podría ser considerado cine expandido, en un sentido figurado pero no tanto: su propuesta implica y de hecho incluye directamente sus efectos sobre la sala de proyección, estableciendo un proceso por el cual 1/ el público primero no sabe a qué va a asistir (solo se dijo que se iba a proyectar una película underground, sin más datos), 2/ el público ignora que el reloj nunca se detendrá, puesto que la imagen es un bucle de un minuto repetido sin fin, y 3/ también ignora que ese bucle no se detendrá hasta que la sala haya quedado completamente vacía, es decir, el público se haya retirado. Dicho de otro modo, al contrario que Fisher Viota no busca que nadie se quede sentado viendo la imagen, o mejor dicho, le es indiferente lo que nadie haga puesto que lo suyo es una suerte de máquina de provocación, en el sentido de que su objetivo es generar una reacción (si no la genera la película girará sin fin ad aeternum). Así, a mi juicio Duración no puede reducirse a la imagen de la pantalla, sino a la situación que crea, determinada por ese interesante planteamiento que hace que, llamándose como se llama, carezca de duración establecida, delimitada, y que tal además esté determinada por un público ignorante de su poder (de hecho, defiendo que la proyección fue tal éxito que al menos uno de los miembros de la proyección tomó conciencia de tal poder, arrancó los plomos del lugar y salió huyendo). Dado además el contexto, el resultado es poderosamente político, al implicar primero una toma de conciencia de la realidad técnica, material, de aquello que se ve (el film es un bucle sin fin, lo que implica que eso está destinado a durar vaya usted a saber cuánto), y después del poder de uno mismo en tanto audiencia, en tanto espectador que puede liberarse de tal cualidad tomando en sus manos el poder sobre eso que, en el fondo, es solo una imagen susceptible de ser ignorada o incluso detenida. 
    De este modo, aunque las dos películas compartieran el mismo contenido, este planteamiento las alejaría radicalmente. Duración es un filme casi performance, se expande mucho más allá del recuadro de su imagen; Phi Phenomenon es al contrario poderosamente centrípeto, el eje de su propuesta en el interior de una imagen a la vez móvil e inmóvil: un movimiento imperceptible. 

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    Ciertamente, pensar en copia al saber de una película como Phi Phenomenon hecha dos años antes que Duración puede parecer razonable, pero a mi juicio hay dos problemas: el primero, evidente, la imposibilidad de que Viota supiera de esa película, es más bien irrelevante: lo contrario no hubiera cambiado nada a mi juicio, y a mis reflexiones de arriba me remito; el segundo es el propiamente importante: que el análisis de este tipo de cine precisa un detalle máximo que no siempre se emprende como hace falta, sobre todo en España (por suerte, la cosa va cambiando: el respeto al cine experimental es, sin duda alguna, el gran acontecimiento, la mayor transformación vivida por la cultura cinematográfica española en lo que llevamos de siglo). Películas como las dos aquí tratadas implican una cantidad realmente pequeña, casi mínima, de decisiones, lo cual implica que cada una de estas debe ser analizada en detalle y atención a todas sus implicaciones y consecuencias. Echar un vistazo a la presencia de Duración en la historiografía del cine experimental hispano nos muestra por ejemplo una negativa absoluta a pensar la película más allá de sus parecidos con otras propuestas. Así, Bonet y Palacio por ejemplo saldaban la película de Viota, incluida junto a las de Pere Costa, Artero y otros en la estela del cine sitgista, con las siguientes palabras: 
“En definitiva, el minimalismo de sitgistas y adláteres queda como una aportación escasamente original (salvo el film de P. Costa, quizá), especialmente si tenemos en cuenta que experiencias tan similares que casi son idénticas, se habían llevado a cabo varios años antes: véanse, particularmente, las realizaciones del grupo internacional Fluxus.” 
    Demasiado a menudo pareciera que el método de análisis del cine experimental consistiera en considerar los parecidos con otras obras (extranjeras, of course) y colocar a mayor o menor altura la obra analizada dependiendo de la mayor o menor cantidad de obras parecidas a ella (si hay menos, la obra es más original, y por tanto mejor). Javier Aguirre ofrece el mejor ejemplo posible: las defensas que hace de su propio cine siempre se han basado en su originalidad e innovación, incurriendo así en un doble error: por un lado, rara vez tiene razón; por otro, el valor de sus obras, cuando lo hay, radica en otro sitio, que queda así inadvertido porque además, y he aquí otro problema, muchas, demasiadas veces, el análisis de las obras se limita a repetir la interpretación o explicación que el/la autor/a realiza de las mismas. 
    El texto de Bonet y Palacio realiza comparaciones superficiales en ningún momento considerando las diferencias, sustanciales, entre propuestas. Y no es algo inusual, pero sí tan equivocado como considerar, pongamos, que cualquier western es un plagio de La diligencia (y La diligencia un plagio de The great train robbery de Porter): todos comparten universo, y posiblemente tipos y hasta lenguaje fílmico. Phi Phenomenon y Duración comparten objeto y encuadre, pero la acción difiere y, en todo el resto, se alejan radicalmente.

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    La cita de P. Adams Sitney procede de su artículo “Medium shots. The films of Morgan Fisher”, p. 204, descargable aquí. La mía, de la página 198 del número 25 de L´Atalante, que se puede leer y descargar aquí. La de Bonet y Palacio es el pionero Práctica fílmica y vanguardia artística en España 1925-1981 (p. 36), también descargable aquí. Los primeros escritos sobre Duración fueron incluidos en Paulino Viota. El orden del laberinto, publicado en Shangrila (consultar aquí).
    Agradezco enormemente su ayuda a Albert Alcoz (web aquí) y Félix García de Villegas.

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