lunes, 2 de abril de 2007

(de mis diarios)

15-I-05 Sábado

Ayer fue un día intenso: Nuestra música de Godard, Diaries, notes and sketches (Walden) de Mekas y The grudge 2. (…)
Walden me gustó menos que Reminiscences of a journey to Lituania. La cuestión del exilio me ayuda a entrar bien a esta, me la acerca, pero no hay nada de esto en la otra y me cuesta más. Está bien. Dice en un momento: “El cine es fotogramas. Fotogramas. El cine está entre los fotogramas”. De “es” a “está entre” hay un salto importante que me cuesta entender. El modo en que Mekas rueda esta muy unido a ese “es fotogramas”: puntos individuales, gemas únicas y particulares. El corte encaja muy bien en él. El corto aquel del faro (no recuerdo el título) Warhol- o yo- lo hubiera rodado en una sola toma continua, pero Mekas funciona por cortes, parpadeos. Hay tiempo, pero es, está hecho de momentos. Hay un rollo, un continuo, pero está hecho de fotogramas. Mekas se queda con el todo, pero no hay todo si no tiene partes, pero partes reconocidas- es decir, mostradas- como tales. El cine posibilita mostrar la parte, por la separación entre fotograma y fotograma. Ahora, el cine, dice, está “entre los fotogramas”. No sé, pero me suena parecido a decir que el cine está en el hombre. Porque entre fotograma y fotograma está el hombre, que rueda, produce el paso de un instante a otro. En otro momento Mekas dice algo así como que la película que vemos es para él mismo y unos pocos más (los que podrán poner lo que falta en esas imágenes, supongo, es decir, los que las vivieron), que nosotros solo podemos mirar. Así, la vivencia, como la imagen, que decía Rohmer, es terreno de no denotación, una imposibilidad para la interpretación. La palabra domina las imágenes y nos obliga a interpretarlas. Lo que Rohmer decía es que en realidad lo que ofrecen los filmes de los Lumière son nuevas miradas, nuevos ojos. La interpretación no es llamada, la imagen cinematográfica no la reclama. Mekas acude a su vida, de la que solo veremos restos, esbozos. Aisladas, separadas del lugar y tiempo donde acontecieron, poco se puede decir sobre ellas. Solo se puede mirarlas, con los ojos que Mekas ha fabricado para nosotros: su film. La vida ayuda a desvelar la impenetrabilidad de la imagen cinematográfica; el cine desvela a la vida en su riqueza inasible. Suspense, drama, etc., son espejismos, soñar con que se puede poseer la experiencia del otro. Pero para ello, hay un recorte- dramaturgia- que tiene necesariamente que cercenar esa experiencia y dirigirla hacia determinados puntos por unos determinados caminos. Mekas cercena de un modo que no es exterior al dispositivo cinematográfico (la dramaturgia, en cierto modo, es un arte más, pero aplicable a los métodos de otros), sino en el que le es propio: el montaje en su modo más atomizado, atento a la división en fotogramas en vez de al corte dramatúrgicamente necesario. Y atento a las posibilidades de la cámara que maneja: su extrema movilidad, la ligereza que la permite convertirse en extensión del cuerpo propio, su ritmo, respiración, movimiento- sintomático es el repudio del trípode-, la debilidad de la imagen ante las variaciones lumínicas… Mekas está muy pegado a lo que el cine es. Esto le salva de la dramaturgia (ver así la falacia de los que dicen “esto no es cine”; ellos lo que buscan es el drama; el cine, propiamente dicho, es otra cosa) y de ese espejismo de posesión del otro. Me ves, pero no me vives, parece decir, ves el cine, la vida del cine. “Diarios, notas y esbozos”: se sigue la vida diaria, pero no se la muestra entera. Se toman notas, es decir, parte, y el montaje crea esbozos de una vida. Aquí habría que ver el sentido de “Walden”, pero no he leído la obra de Thoreau. Lo haré este verano sin falta. El resultado sí es una vida: una película entera, con su propia vida: momentos que duran más que otros, figuras, colores y formas que quedan en la retina más que otras y, hacia la última mitad, una creciente auto-conciencia: Mekas habla más, cuenta alguna historia, teoriza, da algunas claves (las que yo sigo aquí, por ejemplo). La vida también es eso, pensamiento. Pero es también que la vida transcurre en plano secuencia, y no así el cine: (...). Y no es un pensamiento que sencillamente se lance, es uno que nos habla, se dirige a nosotros directamente, y nos habla de su vida, del cine, de la propia película que vemos, mientras esta pasa. Es un pensamiento “mientras”, fuertemente insertado en el marco en que tiene lugar. Así ese paso de antes, de “es fotogramas”a “está entre los fotogramas”. El pensamiento no es que corte, es el cine el que corta, así es él; el pensamiento piensa ese paso, qué hay ahí, qué supone, por qué hacerlo… Mekas nos aporta, también, partes, trozos de ese pensamiento. Vida vista, vida oída… vida no poseída, empero. Vida del cine, cinema diaries. 173 minutos de vida, que viene a encontrarse con la nuestra. Como él dice de Warhol, el cine “antiguo” busca sacudir al público, pero con él se trata de que el público sacuda al cine, un público entendido como “lleno”, lleno de ideas, sentimientos, simpatías y repulsas… “Nosotros solo podemos mirar” adquiere aquí un peso muy grande, porque “mirar” es de repente algo muy grande. Es fundar una nueva vida, un nuevo sentido. Perseguir una visión. La vida de Mekas es solo suya; la vida del cine es común y se mezcla con la de cada uno de los que miran y viven. Nosotros estamos entre los fotogramas, nosotros los unimos, somos cine. El trabajo de un cineasta es crear una mirada, una visión. Esta es su auténtica forma de comunicación, o la parte al menos más importante de ella. Los Lumière muestran un modo de ver, una mirada, hasta entonces inédita. Así Méliès, Murnau, Dreyer, Bresson, Godard, Vertov… Y una mirada, antes que nada, antes que interpretarse, se experimenta. Eso hacen Mekas, Warhol. Un film es una experiencia en primer lugar, con una duración determinada. Ambos dinamitan el plano interpretativo de varios modos, y potencian el experiencial.
(…)

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