domingo, 7 de octubre de 2018

Listas, listas, listas...


    Hace unos meses, en Facebook, José Luis Torrelavega me nominó a participar en una de esas habituales cadenas dedicada en este caso a exponer mis 10 películas favoritas, o consideradas mejores de la historia, o algo así. Como Facebook es la única cárcel del mundo donde los prisioneros están fuera de las rejas, y como me da mucha pena ver tantos blogs abandonados por la entrega de sus autores/as a escribir en un medio que solo permite la lectura a sus afiliados, comparto aquí, con las pertinentes correcciones, lo que salió de allí.
    Quien me conoce sabe que soy malo para las listas, así que en principio debiera haber evitado aceptar el envite de José Luis, pero por lo que fuera decidí meterme en ello. Siempre que he intentado hacer una lista de “las 10 mejores películas de la historia” he fracasado en el intento y la tensión me ha dejado, además, exhausto. Por ello, en este caso me relajé y para conseguir 10 títulos sin demasiados remordimientos, decidí combinar criterios distintos: películas capitales en mi vida (criterio autobiográfico), capitales sin más (criterio estético/histórico) y simplemente muy, muy queridas (criterio amatorio). No había que hacer comentarios pero por supuesto yo me compliqué la cosa lanzándome a ellos. Como se verá, empiezo suave pero luego me caliento (y luego me arrepiento de haberme calentado). El resultado fue el que sigue:

1: Phantom of the Paradise, Brian de Palma, 1974. Durante media adolescencia fue mi película favorita, y a día de hoy me sigue pareciendo la mejor de su director. También la considero la mejor rock opera ever, ya sea en película o en disco, es decir que también hay aquí otro tipo que tocó el cielo: Paul Williams. Bueno, y mis adorados William Finley y Jessica Harper... Me callo mejor...

2: 2001. Odisea del espacio, Stanley Kubrick, 1968. Diría que el mejor Kubrick es Dr. Strangelove, pero ahí al lado anda 2001, que escojo aquí tanto por mi gusto por la ciencia-ficción como por las películas lentas y largas como por el hecho de que verla (en algún momento entre los 11 y los 13 años) marcó un antes y un después en mi vida, por razones que serían muy largas y lastimosas de exponer aquí…

3: El bueno, el feo y el malo, Sergio Leone, 1966. Entre esta y Once upon a time in the west me es imposible elegir, ambas son centrales en mi infancia más remota, son las primeras películas de las que tengo recuerdo, y las revisiones posteriores nunca me han decepcionado. Si elijo esta es porque tengo recuerdos de ella que se remontan a los 3-4 años, y la imagen de Eli Wallach atravesando un cristal en su presentación se me quedó tan grabada que yo creo que fue aquel un personaje que en algo debió influir en mi desarrollo o involución posterior. Después, los espagueti western en vídeo y los westerns clásicos en la televisión fueron capitales, y así hasta hoy. Una buena formación, no lo duden. 

4: Fort Apache, John Ford, 1948. Siento ser tópico aquí, pero en una lista de 10 películas grandes no puede faltar John Ford. Escoger una es complicado, por supuesto. El orgullo me pide ser original, pero esta es la película que me viene a la cabeza constantemente y no vamos a luchar contra esos impulsos a estas alturas. Fort Apache muestra a Ford en absoluta plenitud y con toda su retorcida complejidad. Como pongo esta podría poner My darling Clementine, Dos cabalgan juntos, Gideon´s day, Tobacco road, Rio Grande, The long gray line o The wings of eagles, pero siempre he tenido la impresión de que esta película resume a Ford entero, su talento como cineasta, como cronista de la historia de su país, como amante del detalle y el secreto.

5: Madregilda, Francisco Regueiro, 1993. Igualmente, en una lista de 10 películas grandes tampoco puede faltar una película española. ¿Por qué? Porque, si no ponemos nosotros una, nadie lo hará. En mi prólogo al libro Paulino Viota. El orden del laberinto, expreso cómo hacer historia, crítica o teoría cinematográfica en castellano es hacerlo en el silencio, porque los centros culturales son anglosajones y franceses, y nada fuera de allá será considerado a no ser que pertenezca a centros de poder económicos (Alemania, Japón, China) o le toque momento de fama motivado generalmente por simple turno. Nada de lo que digamos importa en los cálculos generales de nuestras materias. Hablamos solo para nosotros.
    Así pues, Madregilda. ¿Por qué? No la considero ni la mejor película hecha en España ni la mejor de Regueiro (ahí hay varias para elegir: Padre nuestro, Duerme, duerme mi amor… es triste que la más famosa sea la única mala, Carta de amor de un asesino), pero a este sí le tengo por el más importante cineasta español, por su puro arte en la puesta en escena (sus elipsis, sus sinécdoques, su arte para no imponer las metáforas sino configurar un mundo completo estructurado mediante ellas) pero, también, porque ha sido el único en trabajar a fondo la idea de que, en este país, todos somos hijos de Franco, en diagnosticar ese pecado original que una dictadura instaura siempre en un país, o cuando menos en el nuestro. Es el cineasta que mejor ha sabido dirigir su luz hacia nuestra noche ("nuestra música", por recordar el memorable dictum de Godard en el filme del mismo nombre), nuestra oscuridad, sin la cual una aproximación crítica es siempre (y así lo demuestran las obras de Picazo, Saura, Camus y tantos otros) autoindulgente, e incompleta en último término.
     Es una pena que Madregilda fuese su última película, pero realmente es un justo y coherente punto final: dirigirse al protagonista larvado de toda su obra, el Origen con mayúsculas de todo su mundo, un mundo de padres terribles, criminales pero también cobardes, emperadores caídos incluso en el momento de su triunfo, que es aquí también el de la cinefilia, sempiternamente obsesionada por el lugar paterno (baste leer a Daney, exponiendo el subconsciente de toda una tradición cinéfila en la primera parte de Perseverancia, o a Erice en cualquier lugar), y dirigirse al fin hacia una mujer, esa Gilda que ganó la Guerra Civil y que al son nada menos que de "Suspiros de España” (Regueiro es malo para la música, pero usando este pasodoble toca siempre el cielo) emerge de entre los muertos para hacer que los hijos se vuelvan contra sus padres. Nada, por supuesto, cambiará: la pugna entre madres, padres e hijos es una perdida desde el principio, por emponzoñamiento esencial de los términos. Regueiro es el gran poeta del infierno español, y quizás el único capaz de mirarlo a los ojos hasta el final.

6: Memories within Miss Aggie, Gerard Damiano, 1974. Por idénticas razones, en una lista como esta tampoco puede faltar una película pornográfica. Hace años a muchos se les llenaba la boca tildando de "cine invisible" a películas que no se estrenaban en salas comerciales pero recorrían festivales del mundo entero, eran reseñadas por todas las revistas de prestigio y hasta ganaban Palmas de Oro en Cannes. No hay cine que merezca más el título que el pornográfico, ese que nadie ve (al menos, entero) pero del que todos hablan (y hablan, por supuesto, estupideces, casi sin excepción). Me tentaba escoger Face dance de Stagliano,  ejemplo de película que cambia el mundo sin que nadie la conozca, pero nada iguala ni el amor que le tengo a Damiano ni, sobre todo, la grandeza de la más terrible de todas sus películas y el mejor filme pornográfico que he visto. Damiano hizo las clásicas películas porno felices, pero también supo ahondar en los horrores de la soledad y el sexo como yo diría que nadie ha hecho, extraer los afectos propios del contacto entre dos cuerpos, pero también de su separación, o de un cuerpo solo que anhela otro. Hizo películas terroríficas como esta, que pude ver en pantalla grande hace muchos años, una experiencia escalofriante e inolvidable, obra suprema de un cineasta imprescindible sin el cual toda historia del cine está incompleta.

7: El dinero, Robert Bresson, 1983. El descubrimiento de Bresson, en 2002 en la casi recién estrenada nueva sala de la Filmoteca de Santander (y al mismo tiempo, por cierto, que realizaba mis primeros cortometrajes), es una de esas cosas que marcan la vida de cualquiera, porque, y creo que no me equivoco en esto, pocos cineastas marcan como este. Bresson es casi una enfermedad de la que uno no sale igual que estaba, al menos yo no lo hice. De todas las suyas considero esta la mejor, culminación de esa etapa en la que introduce el color y sobre todo logra eliminar la música de su cine y, con ello, a Dios y todo sentimiento de trascendencia, que siempre afeó un poquito lo anterior, aunque aviso para que no nos confundamos que otra que podría ir aquí tranquilamente es El proceso de Juana de Arco, una de esas películas a las que rezar antes de acostarse. El dinero es uno de los filmes más terribles y crueles jamás filmados, me parece simplemente perfecto y tristemente supone el final de una manera de entender la puesta en escena que, aunque tenga sus herederos (mi favorito: Kaurismäki), es una voz que nunca más se dejará sentir, y eso a veces me da mucha pena. No tener a Bresson cantándonos las cuarenta, en tanto personas y en tanto cineastas, es triste. Aunque verdad que el tipo era tan gruñón y tan preciso que todo lo que dijo desde su primera película se escucha todavía hoy, alto y claro. Viva Bresson. 

8: Tres vidas y una sola muerte, Raúl Ruiz, 1995. También en la Filmoteca de Santander, cuando estaba en la sala Pereda del Palacio de Festivales eso sí, descubrí a Raúl Ruiz, con esta película que cambió no pocas cosas en su carrera, y que sigue siendo la que más quiero, aunque quizá, como obra cumbre, escogería Cofralandes, Días de campo, Mémoire des apparences, Diálogo de exiliados… en fin, no faltan. Lloré casi cuando murió Ruiz, y realmente me duele que no esté. No puedo decir mucho: no hay cineasta más difícil que él y esta es una película única en mi vida, en tanto me parece genial pero, después de verla no sé cuántas decenas de veces, estoy seguro de no haber alcanzado su centro, su sentido, posiblemente porque tiene muchos, aparentemente hilvanados por un eje engañoso que en el fondo no ayuda a resolver mucho. Quiero con ello decir que podemos quedarnos con esa "sola muerte" del/los protagonista/s, pero con ello no resolveremos mil problemas que plantea el filme, tanto de lo que muestra como del modo singularísimo en que lo hace. Ningún cineasta evita el cierre como Ruiz, ninguno renovó la narración (ese arte invisible) como él, ninguno es tan emocionante, tan divertido, tan sugerente. Creo que no somos todavía conscientes de lo gigante que es Ruiz. El intento de reducirlo vendrá mediante el de convertirlo a él en personaje y a sus ensayos en eje de lectura de los filmes, pero esa reducción fracasará cada vez que se enfrente a estos de manera exhaustiva, la misión clave en este momento.
    En fin: veo esta película casi todos los años desde que se estrenó, y aún me maravilla, me sorprende, me fascina, me emociona, me intriga, me obsesiona. No me pasa con muchas.

9: Oki´s movie, Hong Sang-soo, 2010. No me es tan difícil escoger una película de Hong Sang-soo porque me encantan sus estructuras y hay sobre todo dos que son para enmarcarlas: esta y Nobody´s daughter Haewon. Oki´s movie llega a tal nivel de abstracción que quintaesencia este cine donde todo puede transformarse y ser impugnado por el rincón más inesperado, y donde acaba prevaleciendo un clima de vulnerabilidad, de necesidad de verdad en las palabras y los cuerpos, de miedo y miseria, y un gusto por el detalle, la delicadeza y el lirismo que me hace pensar en Ford y que se diría esconde en los planos generales más apasionantes del cine actual, con unos actores y actrices que a veces cuesta creerse de lo sobrenaturalmente buenos que son (mis favoritos, además, están todos aquí).

10. Dog Star Man, Stan Brakhage, 1961-1964. De todas las aquí listadas, si hay una que mereciera ser tildada de MEJOR PELÍCULA DE LA HISTORIA DEL CINE, es esta. Primero, porque es la única que solo se puede ver en cine. La he visto varias veces pero solo una de verdad, en la sala 2 del cine Doré, hace ya demasiado tiempo. El resto, en televisiones y pantallas de ordenador, acabaron con toda evidencia como repasos informativos, recordatorios de cómo esta o aquella imagen se sentían en una pantalla grande, con la luz filtrada a través de ese celuloide trabajado de todas las maneras concebibles. Así que poco puedo decir, y además no tengo tiempo, había que acabar esta lista y se me escapa el autobús. Eso sí, añadiré 10 más, porque esto no se puede quedar así. Ya veremos.

    En efecto, como era previsible, la tensión que me generó escoger 10 películas entre todas las que admiro, amo o considero geniales, me obligó a añadir 10 títulos más, aunque el juego (y la tensión) acabó matándome (y aburriéndome) y solo llegué a añadir 8. En esta ocasión el criterio debía ser el de escoger películas que de verdad pudieran ser consideradas, sin ambages, obras maestras absolutas y, si poseían además una importancia histórica decisiva, mejor que mejor. Salió lo que sigue:

11: Henry Geldzahler, Andy Warhol, 1964. Warhol fue un cineasta gigantesco y único y esta, cuando la vi en pantalla grande en La Casa Encendida, me pareció la cumbre: más de 90 minutos del hombre que da título a la película, sentado en el sofá de la Factory, posando ante la cámara. Como siempre en el Warhol mudo, a 16fps. Contra la descripción que hacía Callie Angel (no he leído la de Pagán), la película no muestra una medida postura que se deshace bajo el peso del largo tiempo de rodaje, sino una que se deshace y recompone constantemente, gracias al talento juguetón de Geldzahler, que en efecto pierde la postura y el aplomo con el tiempo, pero de repente reconvierte con gracia en nuevas y estilosas poses las casuales posiciones en que acaba, mediante un leve gesto o, muy a menudo, una mirada a cámara. Gran arte asimismo en el manejo del puro, el mejor yo diría que se haya fumado nunca ante una pantalla. De cuando en cuando algún/a cineasta redescubre el tiempo. De todos ellos, Warhol fue el más grande y, yo diría, el más trascendental. 

12: Je tu il elle, Chantal Akerman, 1974. Akerman lo dio todo aquí e hizo una película perfecta, modélica en su articulación de las relaciones entre un cuerpo y un pequeño espacio, de dos cuerpos en una mesa de restaurante (me tienta decir que el plano en que la chica y el camionero beben cerveza a velocidades radicalmente diferentes es el mejor de la película), en mostrar la curiosidad de un mundo por otro (Akerman filmándose mirar al hombre mientras se afeita, o mientras conduce y hace sus confesiones), en mostrar el reencuentro de dos amantes, los distintos momentos de una relación sexual, en crear un personaje del que no nos separamos y que nunca conseguimos conocer (pero que me cae enormemente simpático). Es una película que siempre me hace sentir asomarme a algo muy distinto, pese a que sea tan reconocible en tantos momentos. Me falta por ver casi todo de Akerman, pero solo por esta y News from home merece sitio en el panteón.

13: Octubre, S. M. Eisenstein, 1928. Falta mucho cine mudo en mi lista. Como mínimo faltan Keaton, Chaplin, Lubitsch, Murnau, Lang, Richter… Pero qué le vamos a hacer. De Keaton y Chaplin soy incapaz de escoger una. De Eisenstein me resulta fácil: El acorazado Potemkin y Octubre abrieron caminos muy difíciles de seguir y su perfección y dificultad dejan mudos. Prefiero Octubre porque aquí la invención es más radical y es una película que sigue retando a mucho cine-ensayo y filme político posterior. Si se busca unión entre cine y pensamiento no me parece que haya que rebuscar mucho, pero esta se hallará entre los casos más logrados.
    Eisenstein, también, fue el mejor pensador que tuvo el cine. Que no se hayan editado todos sus escritos y que los que haya en castellano no sean, salvo en un solo e inencontrable caso, traducciones del ruso, es una pura vergüenza. No tiene nada que ver con el tema, pero si facebook no sirve para quejarse ante nadie, ¿para qué si no?

14: Vertigo, Alfred Hitchcock, 1958. Otra clásica. Ahora que se supone que es la mejor película de la historia del cine, a algunos nos empezará a dar lata hablar de Vertigo, tal como hay quien te dice que Ciudadano Kane no es tan buena, pero esta es una de las películas de mi vida desde el día 1, y además tuve la suerte de que en los 90 en Santander pude verla tropecientas mil veces en pantalla de cine. A mi Hitchcock no siempre me gusta, pero en esta dio de pleno. Su primera mitad está detrás de buena parte de la obsesión por los paseos urbanos del cine posterior y su misterio, su amor mórbido, el aura fantástica, son poderosísimos. Su giro argumental, además, le hace alcanzar la grandeza, al ampliar la historia no solo a la fascinación del hombre torturado sino al sufrimiento de esa mujer que, criminal y enamorada, se ve metida en una de las historias de amor más retorcidas jamás contadas. James Stewart, quizás mi actor favorito del mundo mundial, también alcanzó aquí su cumbre, otro punto a favor.

15. Alemania, año cero, Roberto Rossellini, 1948. Esta es otra de esas películas que se ven con la sensación de que lo empiezan todo, de que algo nuevo se abre en ella. Un nuevo cine del espacio, del cuerpo, de la relación entre ambos, y de ambos con la historia (y más concretamente, yo diría con la guerra: Rossellini encontró un modo de pensar la guerra acudiendo a las heridas abiertas dejadas a su paso). Si creyera en la existencia del cine moderno, yo diría que empieza aquí, pero no: es el cine de siempre, pegando un estirón.

16: Shoah, Claude Lanzmann, 1985. Hablando de cine del espacio, o cine del lugar, Shoah ocupa una posición clave y es desde su estreno un "game changer", como se dice ahora, de los que realmente transforman todo a su paso. En este sentido, el tema no importa tanto como la estrategia que encontró Lanzmann para aunar presencia, ausencia, memoria, investigación, imagen, testimonio, y sortear ese fetichismo tanto de este último como del lugar, que haría estragos desde entonces. Pero no me parece que podamos culpar a Lanzmann de eso, y al respecto me remito a la magnífica entrevista que concedió a Cahiers du Cinéma con motivo del estreno. Uno de los mejores documentales jamás filmados, sin más. De los que se hacen pajas con las memorias del holocausto podemos hablar otro día.

17: Plácido, Luis García Berlanga, 1961. Reitero lo dicho sobre el cine español en la parte primera de la lista (he tenido que mirar para recordar cuál puse, ¡esto no es serio!). Primero, para mí Berlanga es el mejor cineasta español junto con Regueiro. Punto. (A partir de aquí ya no sé quién seguiría, pero estos dos son claros). Aunque siempre se cita El verdugo, detesto tanto el célebre picado de la ejecución, que queda automáticamente eliminada (antes pondría otras como Novio a la vista o La escopeta nacional), pero aunque tampoco me agrada mucho el picado final con villancico, Plácido me parece su obra maestra, y aunque ya Ferreri estaba destacando en ello (véase El cochecito), el manejo de grandes grupos de gente en desplazamiento con múltiples líneas de diálogo y un considerable caos sonoro alcanza aquí una cumbre mundial. En todo caso es este un arte que parece propio de países latinos. Lo que también me hace pensar en que faltan aquí comedias italianas. Lanzo pues un accésit a la última de ellas que me maravilló: ¿qué impide decir que E´ primavera, de Renato Castellani, es una obra maestra del cine, y que solo prejuicios surgidos por el imperialismo cultural (que no es solo norteamericano, sino francés, nunca lo olvidemos) nos hacen sentir exagerado el ponerla por encima de comedias de Hawks, Wilder, Sturges e tanti e altri?

18: Histoire(s) du cinema, Jean-Luc Godard, 1988-1998. Es obvio lo difícil que resulta escoger un Godard, pero diría que este es como el resumen de todos, y su obra tal vez más esencial y depurada, más entregada a ese arte del contacto y la transmutación que tan bien nos supo hacer ver Paulino Viota en un inolvidable curso en que nos limitamos (¡y cuánta falta hace limitarse a eso!) a mirar cada capítulo, describirlo, esclarecer las referencias y pensar su sentido inmediato, con el vuelo justo para que nos diera tiempo a terminar la serie entera. Bien mirado, mis películas 19 y 20 debieran ser este curso y el otro que Paulino dedicó a Rio Grande de Ford. Así también puedo dar por finalizado este juego absurdo que me tiene ya chato. Salud.

    Hasta aquí llegué. Me quedaron dos películas por incluir, que iban a ser Playtime de Tati y Gertrud de Dreyer. Pero ya estaba harto y en el fondo dudaba si incluirlas. Juntando y corrigiendo todo, me doy cuenta de que me olvidé de una imprescindible en todos mis intentos de lista, la gran Objetivo 40° de Javier Aguirre, sobre la que ya escribí hace tiempo en este blog. Pero también de otra que se me hace criminal no nombrar, así que no me quedo sin incluirla:
19: Angel, Ernst Lubitsch, 1937. Cumbre absoluta de Lubitsch para quien esto escribe, Angel es un modelo de depuración, concreción y abstracción. Sus fueracampos, sus elipsis, sus divisiones espaciales, miradas y gestos… Es su película más estilizada, y una de esas que te hacen sentir el cómo atravesar una puerta determinada puede cambiar una vida entera. Es también un canto al amor hecho por una persona inteligente. Nada de todo esto es habitual.  Y encima, si uno mira bien, se da cuenta de que Marlene Dietrich es responsable indirecta del estallido de la Segunda Guerra Mundial. ¿Quién da más?

    En secreto, pensando estas listas, pensaba una definitiva. Las 10 de verdad. Y esta vez conseguí hacer una. 10 obras maestras absolutas:

Memories within Miss Aggie, Gerard Damiano, 1974.
Fort Apache, John Ford, 1948
El dinero, Robert Bresson, 1983
Dog Star Man, Stan Brakhage, 1961-1964
Vertigo, Alfred Hitchcock, 1958
Je tu il elle, Chantal Akerman, 1974
Octubre, S. M. Eisenstein, 1928
Plácido, Luis García Berlanga, 1961
Henry Geldzahler, Andy Warhol, 1964
Angel, Ernst Lubitsch, 1937

    ¿Las 10 mejores películas de la historia del cine? Difícilmente. Hay 3 casos de discriminación positiva: considero obligatorio incluir, en toda lista de películas, una española (dado que soy español; si eres filipino, debieras incluir una filipina, etc.), una de una mujer y una pornográfica. Las tres que incluyo son obras maestras, pero sin este criterio no estoy seguro de que estuviesen aquí. Igualmente, no me creo una lista sin Eric Rohmer, sin Chaplin, sin Ozu, sin Cofralandes… La importancia histórica de Octubre me hace dudar si me parece tan grande por sus propios méritos (sobre los que no albergo la menor duda), y El dinero de pronto me parece una presencia demasiado extraña, aunque para mi es la cumbre del que quizás sea el mejor cineasta de todos los tiempos. Me da vergüenza que apenas haya cine anterior a los 40 y que todas las películas sean europeas o americanas. Me da vergüenza, en el fondo, no saber tanto de cine como creo. Hacer listas es un puto infierno.