martes, 7 de noviembre de 2017

Ciudadana cineasta (“Path”, de Martha Davis)

   1. La mano y la ciudad. Hay en Path momentos en que podemos ver heridas en las manos de Martha Davis, la persona que la ha realizado. No es nada grave o dramático, sencillamente heridas de las que uno se hace cualquier día por cualquier cosa, y además no siempre están: la sencilla acción que la película registra en ese momento se ha realizado a lo largo de mucho tiempo (varios años) y por eso unas veces las manos tienen heridas y otras no. Lo importante es que las vemos porque la película nos permite contemplar esas manos muy de cerca, cuando dibujan líneas rojas sobre un mapa de un barrio de Toronto, que seguidamente la cineasta recorrerá (supuestamente, reproduciendo ese recorrido) filmando lo que considere interesante con su cámara de Súper-8. Esa cámara, por supuesto, la maneja también con sus manos, y nada lo oculta: las manos de Davis, esto es su cuerpo, su caminar, el ritmo de sus pasos, su forma específica de girarse para seguir a una persona o un objeto determinado, el latido y respiración en suma de su cuerpo mismo, se hacen visibles en las imágenes, constituyendo eso que me gusta llamar el pulso, la dimensión de las imágenes por la cual el cuerpo que las ha producido se hace visible en ellas.
    En estas series de imágenes, donde vemos a gente trabajando, policías, vagabundos, manifestaciones, parques, niños y niñas, gente gorda y flaca, anodina y singular, mercados de barrio, calles pequeñas y avenidas, plazas, fachadas y patios traseros, vallas, suelos, prados, cementerios, ruinas, interiores y exteriores, etc., Davis hace lo que podríamos denominar una sinfonía urbana a pie de calle, radicalmente opuesta a casi todas las películas para las que se acuñó tal nombre, no tanto celebraciones de la ciudad como de la omnipotencia del cine que, en tanto la ciudad se muestra como el espacio que todo lo abarca y el cine la mirada que llega a todas partes, quedaba a aquella asociada. Celebración conjunta del cine y la ciudad, del progreso por tanto en cierto modo. Pocas veces quedó tan claro como en El hombre de la cámara, donde Vertov celebraba explícitamente a esa suerte de sacerdote privilegiado del nuevo mundo, con el poder de materializarse allá donde su voluntad le llevara y registrar para la posteridad el inimitable esplendor urbano. El ojo no está en las cosas, sino en la ciudad: El hombre de la cámara no afirma sino que el cine es la ciudad mirándose a sí misma, celebrando con ello tanto a la urbe moderna como a aquellos que la rinden culto y loan y propagan su grandeza.
    Path es una sinfonía urbana: nos muestra parte de una ciudad (Toronto) en sus variadas manifestaciones: gentes, espacios, labores, acontecimientos, sonidos, colores, formas… pero, al mismo tiempo, lo hace desde la plena consciencia de una limitación física, de una perspectiva o posición material: no se recorre Toronto entero sino una zona, un barrio, y lejos de poseer una ubicuidad omnipotente, la cámara está fuertemente sujeta a las manos y pies de Martha Davis, que recorre un camino errático y levemente laberíntico desde su casa hasta el estudio (concretamente, “empieza desde mi casa que estaba en Palmerston y Harbord, con The Funnel en el nº 507 de King Street este, como destino”). La ciudad, sí, pero caminada, recorrida a pie, sin prisas ni frenesíes (de hecho el recorrido no es lineal sino laberíntico), con una mirada atenta pero lúdica. Si las ciudades de Vertov, Ruttman y otros son ciudades veloces, apoteosis futuristas, el barrio de Toronto de Davis es tranquilo y cotidiano; si con aquellas el cineasta debe buscar medios de transporte y registro adecuados a su velocidad y vorágine, Davis caminará con calma y solo excepcionalmente arrancará a correr, por ejemplo para perseguir juguetonamente a una niña en un parque.  La histeria y el entusiasmo vendidos al progreso (algo siempre mayor, mucho mayor a la suma de sus partes) son aquí calma, curiosidad y, sobre todo, convivencia. Davis convive con la realidad que filma: no se trata de la gloria, sino de la vida. E incluso no de la vida sin más sino imbuida de una de sus dimensiones más fecundas: la imaginación.
    2. Cuerpo = imaginación. Mientras dibuja líneas, vemos las manos de Davis. Mientras filma las calles de Toronto, vemos sus manos en las imágenes, hechas una con ellas (no sabemos si el ojo estará en las cosas, pero desde luego lo están las manos, y el cuerpo entero). Pero después, veremos a Davis recrear, muy a menudo con las mismas manos, las imágenes anteriormente mostradas. Generalmente frente a la cámara, Davis usará muñecos, juguetes, objetos de lo más diverso, o su propio cuerpo mediante gestos, movimientos, disfraces y un larguísimo etcétera, para recrear, re-presentar, lo anteriormente visto y que, una vez entendido el mecanismo (estas tres series serán repetidas en el orden aquí expuesto una y otra vez a lo largo de la película), intentaremos recordar lo mejor posible para entender las extrañísimas e insólitas “apariciones” de la tercera serie.
    En las series 1 y 3 (mapa y recreación) Davis es ocasionalmente filmada por otra persona. No es una película solitaria, por tanto. Davis tiene cómplices (sorprendente sería otra cosa vista la simpatía que manifiesta en la película, una de esas obras que gustan más aún por lo bien que cae la persona que la hace), pero estos momentos de desaparición del pulso sirven para afirmar aún más su presencia, dado que la directora pasa de ser la productora de las imágenes a serlo de las imaginativas recreaciones que realizará ante la cámara, autora por tanto de una suerte de imágenes de segundo grado. Path muestra así a una Davis que con sus manos crea imágenes, traza un camino laberíntico por la ciudad y, sobre todo, crea objetos, imágenes nuevas, inéditas, a veces vaporosas, inmateriales, ambiguas (algo inevitable cuando nuestra memoria falla en identificar su modelo). ¿A qué registro pertenecen estas imágenes/gestos/acciones…? Bien está llamarlas recreaciones, en tanto son re-creaciones, en efecto, un crear de nuevo, a partir de otra cosa, pero este originarse en otro sitio puede llevar a atribuir una escasa imaginación a la operación cuando, precisamente, la imaginación es la gran triunfadora y acaso el gran tema de Path, al menos si entendemos “tema” en un sentido musical (y el claro formalismo de la autora aconseja a ello). Cuando vemos a Martha Davis tomar una larguísima tira de papel para dibujar diversas escenas vemos la re-creación de un maratón, en un acto que utiliza por un lado la tira de papel para identificar la de celuloide y el continuo fílmico y por otro su movimiento para hacer lo propio con el desplazamiento de la película tanto en la cámara como en el proyector, así como con el movimiento de la propia cineasta, dado que la gran mayoría de imágenes del maratón son tomadas caminando (y sin olvidar que las distintas escenas dibujadas remedan la división del celuloide en fotogramas). Davis dibuja mucho en esta sección, y es eso lo que definitivamente nos llama la atención sobre sus manos, lo que atrae el poderoso sentimiento de estar ante una película realmente casera, manufacturada, hecha a mano por alguien, como si fuera un cuadro, un jersey de punto o una vasija de barro.
    Ver las manos de Martha Davis dibujando permite el siempre maravilloso espectáculo de ver a la imaginación trabajando, y nacer un mundo. Un mundo que, además, posee recuerdos, porque esa tira de papel, con sus escenas semejando fotogramas, nos trae recuerdos de imágenes vistas hace poco, y con ello un reconocimiento pero igualmente una sorpresa, al ver el mundo pasado reconfigurado, rehecho o, mejor dicho, convertido en otra cosa de tal manera. Path muestra al arte trabajando: un objeto, un hecho, un ser A, convertido en un ser B. El arte es el acto de transformar unas realidades en otras, y por lo tanto algo más sencillo, más pequeño, más casero, de lo que tendemos a pensar. También esto nos lo recuerda Davis. Sobre todo cuando, en el espectacular final (Path es también uno de esos filmes bendecidos por una conclusión simplemente perfecta) se ponga ante la cámara y empiece a resumir la película con un alucinante y divertidísimo baile de gestos. De modo que si el dibujo y el uso de las manos era predominante en las recreaciones, será ahora el cuerpo mismo el depositario de la memoria de lo visto así como el agente de la imaginación que lo rehace, lo recompone, lo re-crea, y con ello crea una materia y un ser nuevo, una nueva realidad, la de un baile irresistible en sí mismo, dado que es realmente imposible identificar todos las imágenes referidas y no rendirse a la simple música del loco baile y la arrolladora personalidad de Davis.
    3. Imaginación = Arte = Vida. Davis parece entender la imaginación como algo tan poderoso que, pese a tener siempre un referente, le sobrevive, y tanto más cuanto más tengamos presente aquel: la recreación de la escena en que la cámara persigue corriendo a una niña por un parque de exuberante vegetación, es tanto más emocionante y sorprendente cuanto más recordemos el original y tengamos presente lo que se representa. La imaginación no precisa ser defendida desde la arreferencialidad. Pero, con esto mismo, Davis consigue crear la idea de un soberano esfuerzo para la creación, tan sencilla, sí, pero también tan difícil porque, en fin, es solo eso, sí, pero eso hay que hacerlo. Hay que recordar y ver y decidir qué transformar y de qué modo, con qué objetos, y el espectador a su vez sufrirá cuando se de cuenta de que no recuerda lo suficiente, al notar que la referencia de varias imágenes se le escapan, y por tanto tendrá que tomar conciencia de que debe trabajar de algún modo, poner a trabajar a su atención y su memoria para poder disfrutar plenamente la película que tiene ante él. Path es una defensa de lo lúdico en la creación, pero también una obra exigente. En la sonrisa de Davis hay mucho rigor, y si Path parece un juego, es ese tipo de juego en que encontramos la esencia del arte. Cómo bastan dos manos para crear un mundo, pero cómo dos manos no son un ser y todo mundo parte de otro y dos manos pertenecen a un cuerpo y un cuerpo a un mundo. Y Path escenifica la relación de un cuerpo y un mundo. Porque haremos mal en identificar la serie 2 con la del origen, el recuerdo, y la 3 con la imaginación. Y haremos mal porque la imaginación no se observa solo en la recreación del mundo (digamos, la producción de un mundo-2 sobre un mundo-1) sino en la relación con el mundo-1. Es decir, en la manera en que los ojos de Davis apuntan y sus manos registran, al caminar por la ciudad. En aquello que deciden mirar y escuchar, y en el modo que deciden hacerlo. El aspecto tan en bruto de la sección 2, en su contraste con la más manifiestamente creativa sección 3 puede hacer pensar en una realidad en bruto, una recogida de datos, de materiales crudos, para ser luego reconfigurados, para que la imaginación trabaje sobre ellos. Pero la imaginación está allí desde el principio, y Path nos muestra que bastan dos manos y algo que filmar para ello. Las imágenes recogidas por la calle, sobremanera por su pulso, nos muestran a Davis trabajando tanto como las que nos la mostraban dibujando o manejando juguetes, telas, etc. Porque con las manos la conciencia se hace materia y la imaginación se manifiesta. Porque la imaginación no es solo el acto de imaginar nuevos mundos, sino de mirar al mundo de la manera que me es propia, mirarlo a mi manera, desde mi cuerpo, desde su/mi posición en el mismo. La imaginación es un saber cómo estar en y cómo relacionarse con el mundo. La imaginación es habitar el mundo. Una pura labor de artista: un ser-ciudadano.

_______________________________________

Pude ver Path en dos ocasiones, gracias a su programación por Félix García (a quien agradezco la ayuda prestada para la realización de este texto) en el ciclo Cineinfinito, la primera en la Filmoteca de Santander (22-IV-17) y la segunda en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (26-X-17), en esta ocasión acompañada por la también excelente Ride between the lines y la sonriente y encantadora presencia de la propia Davis. La cita utilizada procede de una entrevista completa muy interesante con la cineasta, que puede consultarse en la web de Mike Hoolboom. Sobre la noción de pulso, se puede leer en este blog aquí, aquí, aquí y en un artículo sobre, cómo no, Jonas Mekas.