jueves, 23 de diciembre de 2010

Crónicas del límite (y 3)


Querido Alfredo:

Dos acontecimientos me tienen triste y soliviantado, de modo que se me hace difícil ponerme con estas crónicas sin acabar matando a alguien. Por un lado, nuestro común amigo Sergio me mandó una terrible noticia, la del encarcelamiento de Jafar Panahi, director de la gran película El espejo y opositor al régimen iraní, durante 6 años, más 20 de total prohibición de hacer películas, escribir, conceder entrevistas, viajar, etc. Con tanta muerte en tan poco tiempo, la verdad es que esta noticia es mucho más dolorosa: esto no es muerte, es silenciamiento, prohibición, censura, enterramiento en vida. Ahora sí, lo peor del año.

Por otro lado, estuve anteayer con Manuel Asín en la famosa esquina de Contactos, intentando grabar un plano para el corto en que ando trabajando ahora. Lo estoy haciendo con móvil, uno que pillamos para el ciclo, pero el cabrón empezó a colgarse, y me fui a casa con las manos vacías. La luz era perfecta, todo estaba yendo bien, pero el maldito cacharro se me colgó dos veces. A la segunda me di por vencido, y además ya estaba demasiado oscuro. Así que me vuelvo a Santander de vacío, en lo que a esta peli respecta. En resumen, estoy de muy mala ostia. Y perdón por el lenguaje, si es que ofende tu santanderino paladar.

La semana del puente de la constitución también estaba fatal, aunque más que cabreado valdría decir “hecho mierda”. Me pasé el puente intentando escribir un primer borrador de la conferencia sobre Sleep de Warhol que tengo que dar el 10 de enero en la facultad, y no fui capaz. 8 páginas y casi nada valía, no logré meterme en ninguno de los temas que me interesaban, estaba simplemente trastornado, incapaz de concentrarme, con todo el movimiento del último mes tan metido en los huesos que me veía incapaz de parar el cerebro en la labor de producir algo. Yo soy así: me metes en algo que me desagrada, y me has jodido la vida. Y vamos a decirlo ya, Alfredo: todo esto que te cuento, está bien, suena bien, tiene sus momentos, pero en conjunto no deja de ser una mierda. Es un coñazo, no te aporta nada, solo molestias, histeria, hasta las cenas gratis han acabado conduciendo a un empacho del que no me libro, puesto que la ansiedad acumulada, a pesar de todo, me sigue empujando a comer. Una locura.

En fin, al grano: he hablado solo de las dos últimas semanas, ¡queda muchísimo! Nunca acabaré esto, te veré antes de hacerlo, ya está claro. Así que, ¿qué puedo decir? Por ejemplo, que conocí a Adolpho Arrietta, que proyectamos sus tres primeras películas por un lado- en una sesión que coincidió con el 5-0 del Barça-Madrid, así que no hace falta que me digas dónde estabas esa noche- y le juntamos con Santiago Rubín de Celis- es decir, para entendernos: Santi, “el de los gemelos” o “el de los gemelos de Ocho y Medio”- por otro, en un encuentro que estuvo muy bien pero al que no fue nadie. Eso es deprimente: vale que el éxito de algo no se mide por la asistencia pero, como tipo que organiza un evento, me importa mucho algo: que haya al menos un desconocido. Y no hubo ni uno. Hubo desconocidos para mí, pero esos eran conocidos de Santi o de su hermano. Ni un desconocido. Y si al menos hubiese 40 ó 60 conocidos, se sentiría atención, interés, calor humano, pero si son 8 en total, el frío llega hondo. Por no olvidar también que uno se siente gilipollas cuando además estás pagando por esa sala a unos impresentables como los del Círculo de Bellas Artes, que te cobran una pasta gansa pero no se dignan a anunciar el evento en su programa. En el posterior encuentro con Portabella, que tampoco anunciaron, largué a una fotógrafa que mandaron, y solo por una confusión no eché al cámara que pusieron a grabar la sesión, de la que seguro no nos darán copia (a no ser que le mandemos a algún camello del Alisal). Gentuza, hazme caso. Mi joven padawan, escucha mis sabios consejos: como artista, mantente cerca del mundo, próximo a la realidad, pero siempre lejos, muy lejos, del Círculo de Bellas Artes.

Las proyecciones son otro cantar: el digital es una maldición. Los proyeccionistas parecen desconocer toda noción de calibramiento de proyectores. Como yo también, poco puedo decirles, más que “eso no se ve bien”, aunque proyectamos en OffLimits, un espacio de Lavapiés, dos veces, y yo corregí cosas en el proyector y se vio bien. De todos modos, viendo una selección de videominutos de Los Hijos que pasamos en el CBA, me convencí de una cosa: que habría que ir pasando del buen digital, las pelis las tenemos que hacer en la peor calidad posible, porque es el único modo de que un mal proyeccionista juegue a nuestro favor en vez de lo común, o sea, que nos estropee todo el trabajo emborronando la nitidez, disparando o transformando los colores, etc. Por eso yo ahora trabajo con un móvil, y sin complejos: lo que haga, no me lo podrá estropear nadie. Ya sabes que con esto ando hace años, y conoces los resultados, pero cada vez lo hago con más convicción. De toda aquella selección de Los Hijos, la única pieza que no salió perjudicada por la proyección fue la realizada en móvil.

A raíz de esto de las proyecciones hay una anécdota graciosa. ¿Conoces a Berta Sichel, una mujer de no sé dónde, que lleva algo de audiovisuales en el Reina, a la que no hay manera de entender cuando habla? Recuerdo con terror algunas de sus presentaciones, largas y realizadas en un idioma extraño, mezcla de español, brasileño y lo que sea que hablara Nyarlathotep, el Caos Reptante. Bien, pues yo tenía que llamar al Reina para preguntar si se podía proyectar en Betacam (y no me mires así, que en el CBA no se puede). Salomé me dio el teléfono y la extensión, pero mi teléfono fijo de casa debe ser de un período histórico anterior a las extensiones, porque las marco y no pasa nunca nada. En fin, que me coge un telefonista, le digo dónde quiero ir, y me manda. Suenan varias llamadas. Alguien lo coge. Al otro lado escucho una absolutamente incomprensible voz femenina.

- ¿bdkgnsldsjñlfndskb?

- (Inserta aquí primer plano mío, con expresión de perplejidad). ¿Hola? ¿Hablo con audiovisuales?

- sdfhkhhljberhastaassichelfhsojfoñzhtmoixrçfzlñdmhgldzqusbibén es?

- (Si miras detalladamente entre la sopa de letras horizontal con la que he decidido representar el peculiar lenguaje de esta mujer, verás entremezclado el nombre “Berta Sichel”, que logré descifrar de entre todo el infierno que llegaba a los auriculares de mi sufrido teléfono. Así pues, inserta aquí una profunda expresión de vértigo en mi rostro, al darme cuenta de con quién estoy hablando, y del lío en que acabo de meterme. Como en este tipo de situaciones absurdas me convierto en un valiente, decido no colgar de inmediato y tirar palante) Hola, soy Rubén García, soy uno de los que llevan las proyecciones que empiezan el jueves que viene.

- skgjomkdghdosll?

- ¿Cómo?

- khodsgihmodlihrmgloirmdhlks

- Perdona, es que no entiendo, me falla algo el teléfono (ejem).

- quendfñldgxñlk1fbkashdlghfxkajgshlighsjkchk!

Entiendo que me pregunta quién soy. No me preguntes cómo ni por qué, pero es lo que entiendo. Así que respondo.

- Rubén García.

- Cobdsfmjgdhdkohakskmags?

- (Advierto un matiz interrogativo e insistente, así que respondo de nuevo) Rubén. Rubén García.

- noofgwthdlkssacghgngsfknsghkvnhj!

Bien. Aquí se entiende claramente “no”, y que la mujer empieza a desesperarse. Así que digo:

- ¿Cómo?

- ¡¡akdsgnjkngfvskvjkglkcñjccpñjclcmcnfjopsofo!!

¡Tío, no entiendo nada! Así que decido responder...:

- Rubén García.

- ¡¡¡¡¡dvbfskdxzbxfl.vnsbvxkadsnfkjxasgovkchjcfghdvglkgvhg!!!!!

Puede parecer un delirio, pero te lo juro, Alfredo, que si bien la exactitud puede no ser total, esto está muy muy cerca de lo que sucedió, solo admito la posibilidad de un 10% de margen de error.

En fin, al final, como a todo se acostumbra uno, me fui aclarando y nos medio entendimos. Cuando colgué, me estuve riendo día y medio. En serio, caminaba por la calle, de repente me acordaba y me partía de risa. Y naturalmente se lo conté a todo el mundo: ¡he hablado por teléfono con Berta Sichel! An affair to remember.

Volviendo a OffLimits, allí me entrevistaron tres chicos (bueno, un chico, majo y amable, y dos chicas, una muyyyyy guapa y otra que no paraba de reírse) que salían no sé aún de dónde, para alguna clase, y les largué un discurso que quedaron encantados (creo), de esos que te gustan a ti. Cuando luego hice lo mismo para Días de Cine salió mucho peor, pero claro, entre tener delante a Gerardo Sánchez, hombre simpático y agradable pero hombre al fin y al cabo, y tener tras la cámara a una preciosa mujer, hay una larga distancia. Ya sé que no todos los días entra uno en Torrespaña y le graban una entrevista, pero no soy muy flipado con esas cosas, y encima lo paso mal, porque no dejo de pensar en robarles equipo, y no es cosa. Debo decir que Salomé habló mucho más que yo, pero al final solo nos dieron un minuto y supongo que eligieron la explicación del ciclo, de la que me encargué yo. Lo pasaron el jueves 9, y yo me enteré de ello por boca de Salomé, mientras me ponía borracho perdido en compañía de Luis de Los Hijos, los “productores” de Los materiales y la propia Salomé (en compañía, digo, pero el único borracho ahí era yo, matizo). Como en casa no tengo tele, vimos el programa en casa de Salomé. Yo estaba en una bruma de alcohol, ansiedad, depresión e histeria que me llevó en determinado momento a olvidar completamente qué coño hacía yo en aquella casa. Ni cuando aparecieron las imágenes de We´re going to make a killing, de Sergio Ojeda, que nosotros habíamos proyectado en OffLimits, caí en la cuenta de que estaban hablando de nosotros. Luego escuché una voz masculina, Salomé y Germán, su chico, empezaron a reírse y después, al verme en pantalla, me di cuenta de que era yo. Yo hablando, yo mirando al suelo. Y con un pelo muy largo, me pareció.

En Días de Cine, y previamente a los chicos aquellos de a saber dónde, había dicho: los límites del cine en el sentido ontológico (por ejemplo, relación del cine con otras artes), y también en sentido industrial (el videoarte es cine en tanto es imagen duración, pero a la vez funciona bajo un régimen industrial totalmente diferente). Y también límites interiores al propio cine, como aquellos entre ficción y documental. En realidad, Alfredo, esto es una pamema: este ciclo tenía a casi todos sus participantes decididos antes de tener nombre. Luego hubo que escoger uno y, como a Salomé y a mi este tema nos interesa mucho, y realmente había sesiones para las que el título iba bien, pues lo tomamos. Ahora bien: no sé Salomé, pero yo, si desde el principio hubiese tenido ese título, hubiese hecho una selección muy distinta. Gente que me gusta, como Arrietta o Costa, no hubiesen estado (aunque he de reconocer que el primero fue una elección de última hora, pero sería largo contar por qué le escogimos, valga decir que no nos arrepentimos y que nos encantó conocerle y ver sus películas). Y de videoarte no hubiese quedado nada excepto una pieza de Marta Bernardes cuyo nombre ignoro, donde se dedicaba a guiñar los ojos de forma rítmica frente a la cámara, como haciendo música visual con el rostro, y tal vez alguna de Alberto Chinchón, por su trabajo sobre la distancia entre acción física y acción filmada. Gente como María Ruido- una persona genial, que nos encantó a todos y que abrió el ciclo en Cruce ante una audiencia de tres espectadores y un frío imbatible-, propuesta por Salomé, y Pedro Costa, en realidad están sobre todo por un común interés por las relaciones entre cine y política. María habló mucho y muy bien de los límites del cine, pero en el sentido industrial, y yo creo que este tema es muy interesante para debatir, pero para seleccionar películas en función de él, habría que buscar tal vez cosas distintas a las que pusimos: obras que problematicen de verdad este espacio, no que simplemente estén allí como podrían estar en cualquier sitio. Tal vez podría explicar esto de otro modo, recordando el encuentro, muy interesante, entre Alberto Chinchón y Sagrario Aznar: Alberto no estaba de acuerdo con proyectar el material que nosotros habíamos escogido, videocreaciones que ya tenían unos años, y prefirió, en el encuentro, pasar un documento de una performance realizada por él y otro tipo cuyo nombre no recuerdo ahora. La clásica grabación y edición de una performance, para que nos entendamos. Encontraba él que en ese “documento” se hacía presente el problema de los límites del cine para representar un acontecimiento. Mi crítica consistió en afirmar que ese problema se encontraba en esa obra en tanto documento, pero no en tanto obra; es decir: aquella imposibilidad no se hacía presente en la obra, no se encontraba articulada por esta, sino simplemente presente en tanto esta era un documento que solo quería eso, documentar algo que pasaba. Algunas videocreaciones de Alberto, sin embargo, sí hacen presente esta distancia entre la grabación y la acción, y hacen algo con ella. Tal vez es eso: no es que la obra haga presente ese tema en tanto obra, es que la obra haga algo con ese problema, y no se limite a simplemente tenerlo. Pues ese creo que debiera ser el criterio para escoger obras relacionadas con los límites industriales del cine: no debieran simplemente ubicarse en esos espacios límite (galerías, museos, etc.), sino hacer algo con esa ubicación, mejor dicho, con la naturaleza límite de esta. Obras, en suma, que ejerciten el límite, ese debiera ser el criterio.

Por seguir con la génesis con la que sin querer me he metido, luego el Reina Sofía pidió que contásemos qué era lo que proponíamos allí, y nos inventamos lo de los límites entre documental y ficción, un sobado cajón de sastre donde, por ejemplo, la película de Manuel Asín no encaja, y diría que tampoco la de Eva Koch, aunque alguna se aproxime. Reconozco que esto me fastidia, aunque no lamento haber llamado a la gente que llamé, porque eran buenos y eso es lo importante para mí. Me fastidia haber hecho algo con un concepto que me gusta, pero cuyos contenidos hubiesen sido distintos de haber tenido ese concepto en mi cabeza desde el principio. Pero sobre todo me fastidia haberme metido en esto. Salvo algunos momentos, me arrepiento plenamente de la experiencia, algo parecido a lo que imagino debe ser masturbarse con cerillas. Y eso, a pesar de que el 80% del trabajo lo ha hecho Salomé. El 20% para mí, y aun así apenas he podido estudiar ni escribir. No merece la pena. Si acaso, por poder contártelo.

Aquí te dejo de momento, Alfredo. Queda de todo por contar, pero ese resto te lo relataré en vivo, si es que me apetece hablar más de ello, que lo dudo. Son las tres de la madrugada y el calendario dice que es 24 pero para mí es 23, porque aún no me fui a dormir. Mañana saldré de aquí a la una y llegaré a Satán como quien va a ingresar a un manicomio, sí, pero sabiendo que es porque le hace falta. Es curioso: en este momento, Madrid es tan Santander para mí como lo era Santander cuando me fui. Aunque tal vez es como escribí hace un tiempo: los fantasmas pueden existir, pero es falso que nos persigan; los fantasmas existen porque nosotros los perseguimos a ellos. Un abrazo,

Rubén

1 comentario:

Lou Andrea dijo...

"Gentuza, hazme caso. Mi joven padawan, escucha mis sabios consejos: como artista, mantente cerca del mundo, próximo a la realidad, pero siempre lejos, muy lejos, del Círculo de Bellas Artes." esa frase me ha calado hondo...te citaré...al igual que la de los fantasmas...en fin, intensas crónicas, ya había recibido un resumen de casi todo en boca tuya, pero siempre es un placer leerte...al menos puedo respirar, ir al baño...etc, entre los largos párrafos, no como en persona ;P (sólo es coña a medias)